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Qué dicen las leyes y cuáles son las recomendaciones de los especialistas.

No hay en la La Ley de Tránsito Nacional un artículo que indique cómo hay que trasladar a los animales en los autos, pero sí en la mayoría de las leyes provinciales.

En la Ley 13.637 de Buenos Aires, por ejemplo, se establece que “ningún conductor podrá llevar animales en el asiento delantero” y aclara que “éstos deberán ser transportados en el asiento trasero y atados con correas de modo que no puedan saltar al asiento delantero”.

Para cumplir con cada una de las leyes provinciales, en la Argentina se venden cinturones de seguridad específicos para perros. Según el tipo de producto, van enganchados al sistema original del cinturón de seguridad para pasajeros o a los bulones de fijación de los asientos.

Si viajamos con un perro suelto en los asientos y tenemos un accidente a 50 km/h, el animal multiplicará su masa hasta cincuenta veces. En caso de impactar contra alguno de los ocupantes, podría ocasionar daños severos. Atarlos con un cinturón en el sector trasero opuesto al conductor es la manera más segura de llevarlos.

Los veterinarios recomiendan no medicarlos sin consultar previamente con un especialista, darles la comida principal al final del día o cuando se llega a destino, detenerse cada dos horas a darles pequeñas dosis de comida (siempre seca) y agua, y colocar una medalla identificatoria con su nombre, propietario, domicilio y teléfono.

¿Por qué les gusta viajar con la cabeza afuera?

Es una práctica muy peligrosa, dado que se exponen a serios riesgos, como salir eyectados (en su mayoría, cuando viajan así no van bien sujetos) o ser golpeados por otro vehículo que pasa muy cerca del auto, pero a los perros -lógicamente no entienden el peligro- igualmente les encanta.

La respuesta tiene que ver con los estímulos que le genera a nivel sensorial, la cantidad de información olfativa que recibe y el placer por explorar nuevos lugares, entre otros motivos importantes.

La doctora Melissa Bain, profesora de veterinaria de la Universidad de California y experta en el estudio del comportamiento y bienestar de los animales, comentó que “la cuestión es que reciben una gran cantidad de información olfativa a alta velocidad”. La nariz de los perros tiene 300 millones de células olfativas, mientras que la del ser humano cuenta con “apenas” 5 millones.

“Mucho viento sobre su nariz puede generar una especie de sobrecarga sensorial. Es una gran cantidad de información capturada por ellos, suficiente para un wow”, añadió un profesor de la Universidad de Duke llamado Brian Hare.

Sin embargo, no todo pasa por ahí. Hare sostuvo que los perros entienden que el auto va a alguna parte, y por la necesidad de explorar nuevos lugares y olores se sienten a gusto al viajar. Además, explicó que tienen el deseo de acompañar a cualquier lugar a los seres humanos con los que vive.

 

 

Fuente: TN