18/08/2025
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¿La sostenibilidad se está estancando?

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Las emisiones globales siguen altas, y las brechas entre países desarrollados y emergentes se amplían. Pero también deja señales inequívocas de que la transformación no se detuvo.

El Foro Económico Mundial (WEF), junto a Accenture, acaban de publicar su informe anual sobre transición energética global, y la noticia es clara: el mundo atraviesa una fase de desaceleración. Sin embargo, esto no significa que la sostenibilidad esté muriendo. Todo lo contrario: los fundamentos que la sostienen son más sólidos que nunca.

El informe “Fostering Effective Energy Transition 2025” muestra que el progreso hacia sistemas energéticos sostenibles, seguros e inclusivos se ha estancado por tercer año consecutivo. Las emisiones globales siguen altas, y las brechas entre países desarrollados y emergentes se amplían. Pero también deja señales inequívocas de que la transformación no se detuvo: los marcos regulatorios se siguen endureciendo, el financiamiento climático crece, y las cadenas de valor globales demandan trazabilidad, eficiencia y resiliencia.

La sostenibilidad no retrocede, se redefine

En 2025, hablar de sostenibilidad ya no es una declaración aspiracional. Es una exigencia de mercado. Según datos recientes, más del 80% de las empresas líderes a nivel global han aumentado sus inversiones en sostenibilidad o mantienen su compromiso, incluso en un contexto desafiante.

Las regulaciones como la European Union Deforestation Regulation (EUDR) o la Ecodesign for Sustainable Products Regulation (ESPR) siguen ampliando su alcance. La innovación tecnológica en renovables, almacenamiento y trazabilidad no se detiene. Y los consumidores, especialmente los más jóvenes, continúan demandando coherencia y acción.

América Latina: ¿dónde quiere estar en este nuevo mapa?

Para Argentina y América Latina, el momento actual representa una encrucijada. Aunque países como Uruguay o Costa Rica lideran el índice de transición energética regional, otras economías enfrentan desafíos estructurales: marcos regulatorios inestables, falta de infraestructura y acceso limitado a financiamiento.

Pero hay algo que no debemos perder de vista: la región cuenta con una matriz energética altamente renovable, recursos estratégicos como litio, cobre e hidrógeno verde, y un capital humano cada vez más comprometido con la transformación. Si se apuesta por políticas públicas inteligentes, alianzas público-privadas y planificación a largo plazo, América Latina y Argentina pueden tomar más protagonismo.

Lo que está en juego: competitividad y resiliencia

Los criterios climáticos influencian el nuevo orden económico internacional. Acceder a mercados europeos, recibir inversión extranjera o participar en cadenas de valor globales dependerá del cumplimiento ambiental y social. La sostenibilidad se ha convertido en un componente estructural de las estrategias industriales y geopolíticas de las principales potencias.

Si América Latina no acelera su transición, corre el riesgo de quedar fuera de las cadenas de valor que definirán el futuro económico: desde el hidrógeno verde hasta los minerales críticos y la electromovilidad.

Además, los riesgos de no actuar se hacen más visibles. No hay resiliencia energética sin sostenibilidad. La región necesita sistemas capaces de adaptarse a un entorno volátil, climático y geopolíticamente inestable. Y eso no se logra con soluciones del pasado.

El momento de actuar es ahora

En lugar de ver los retrocesos globales como una señal para frenar, América Latina debe leerlos como un llamado a liderar. La transición no está muriendo: está evolucionando. Y quienes sepan adaptarse con agilidad e inteligencia estratégica, serán quienes capitalicen las oportunidades.

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Ámbito

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