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Aún con el avance de las energías renovables el petróleo sigue siendo un recurso imprescindible.
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Cómo cambiaría nuestros hábitos de consumo su extinción.
Para imaginarse cómo será un mundo sin petróleo, en 2005, el documentalista finlandés John Webster obligó a su mujer y dos hijos a seguir, durante un año, una dieta estricta: no comprar nada, o casi nada, que implicara el uso del hidrocarburo.
Según informa un artículo del periódico La Vanguardia, de Barcelona, Webster vendió el auto, renunció a las bolsas de plástico, dejó de comprar productos de higiene corporal, tuvo que fabricar su propio champú y su mujer, olvidarse de las medias o el maquillaje.
El sacrificio de los Webster, documentado en el filme Recipes for Disaster (Recetas para el desastre) solo sirvió para rebajar sus emisiones contaminantes a la mitad y constatar que era imposible prescindir del petróleo.
Por otra parte, mientras algunos pronósticos aseguran que nos quedaremos sin petróleo alrededor del año 2062, la OPEP, que agrupa a los mayores productores de crudo, considera una “fantasía” este escenario.
Qué pasa si no hay petróleo en el mundo
Las reservas de petróleo suelen estimarse en más o menos un billón de barriles (alrededor de 150.000 millones de toneladas), lo cual equivale a unos cuarenta años más de hidrocarburo si se mantiene el ritmo de explotación actual y no surgen nuevos yacimientos. La buena noticia es que precio del barril cayó de US$ 100, en 2022 a US$ 61 para mayo de 2025.
De todas formas, ante un recurso finito, muchos países tomaron medidas para, en algún momento, dejar de depender del petróleo.
El agotamiento es una de las razones para reducir el consumo. El cambio climático es la otra. El planeta está 1,2°C más caliente que en la era preindustrial y en menos de dos décadas, llegaremos a 1,5°C. La única forma de evitar este recalentamiento es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta llegar a la “carbono neutralidad” en 2050.
El uso de fuentes alternativas (energía solar, eólica, nuclear e hidroeléctrica) hará que merme la demanda de petróleo, según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). “Se espera que la generación de electricidad pase cada vez más a las fuentes renovables en todo el mundo y que el transporte por carretera pase a los vehículos eléctricos. Estos cambios ya se están produciendo”, agrega.
Lo cierto es que ya el 10% de la energía mundial proviene de paneles solares o de molinos de viento. Un porcentaje propio de países desarrollados y también de otros, como la Argentina.
De todas formas, “las energías renovables, pese a sus numerosas ventajas, no son materia prima para el refino y la industria petroquímica (sin tener en cuenta que para fabricar paneles solares o molinos a viento se precisa petróleo)”, dice el artículo de La Vanguardia.
El sol o el viento, sí, producen energía, pero no proporcionan material para infinidad de productos, como las bolsas o los componentes de los vehículos, hechos de plástico, por poner solo dos ejemplos.
Volver al pasado es casi imposible. El artículo advierte que “si bien es cierto que el cobre y el aluminio se han visto desplazados por el plástico, llevar a cabo el proceso inverso es una operación problemática y muy costosa”.
En cuanto a las fibras naturales (lino, piel de coco, látex, algodón, colza o amapolas) para reemplazar las sintéticas necesita de grandes esfuerzos. Por ejemplo, sustituir el poliéster por algodón implicaría un aumento de un 33% de la superficie en los campos de algodón lo que supondría también un impacto medioambiental. Para solucionar un problema, la escasez energética, nace otro, la sobreexplotación y reconversión agrícola.
Entonces, un escenario muestra que viviremos con menos energía, hacia un consumo más responsable, con más reciclaje y uso de máquinas que duren más tiempo, que se puedan reparar en lugar de usar y tirar.
Los ambientalistas son los más optimistas al pensar en un mundo sin petróleo, porque destacan que los autos serán eléctricos y en las ciudades el aire estará más limpio. Pero, volviendo al experimento de Webster, la era sin petróleo plantea desafíos que están lejos de resolverse.
Fuente: Clarín