La Ciudad de Buenos Aires prohíbe la incorporación de buses diésel cero kilómetro en su flota urbana. Las alternativas serán electricidad o gas natural comprimido.
La Secretaría de Transporte de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires oficializó una medida que venía anticipándose en el entorno del transporte urbano: a partir del 1° de enero de 2027, todos los colectivos cero kilómetro que se sumen al servicio de pasajeros deberán estar equipados con motorización eléctrica o a gas natural comprimido (GNC). La decisión quedó plasmada en la Resolución 111/SECT/25, publicada en el Boletín Oficial porteño el 15 de julio.
El recambio no afectará a las unidades diésel actualmente en circulación, que podrán seguir operando hasta alcanzar la antigüedad máxima permitida por la normativa vigente (10 años). Pero a partir de 2027, no se podrán registrar nuevos vehículos a diésel en el sistema porteño.
Gas natural comprimido: la opción prioritaria para la transición
Aunque la resolución equipara formalmente las tecnologías eléctrica y a GNC, en los hechos el documento destaca al gas natural como una tecnología de transición viable y disponible a corto plazo. La mención no es menor: la infraestructura necesaria para operar colectivos eléctricos todavía está en etapa de planificación, mientras que el GNC ya cuenta con una base instalada y un desarrollo técnico consolidado en el país.
Los colectivos a GNC ofrecen ventajas concretas frente al diésel, como una reducción significativa de emisiones de óxidos de nitrógeno y material particulado, así como niveles de ruido más bajos. Se trata de una tecnología madura, con buses de última generación que ya operan en otras ciudades del país.
En cuanto a la operatividad, los vehículos que usen GNC deberán contar con estaciones de carga cautivas, es decir, puntos de carga propios en las cabeceras. Esto implica una inversión en infraestructura que quedará a cargo de las empresas prestatarias, según lo previsto por la resolución.
Alternativa electrica, ventajas, pero con limitaciones
Los buses eléctricos son presentados como una solución más ambiciosa en términos ambientales, ya que no emiten gases contaminantes durante su funcionamiento y reducen casi por completo el nivel de ruido. Sin embargo, su implementación a gran escala enfrenta varios desafíos: requieren la instalación de “electrolineras” con capacidad de carga rápida y alta potencia eléctrica, lo que a su vez demanda una planificación de mediano y largo plazo en materia de energía e infraestructura urbana. Además, el rendimiento ambiental de estos vehículos está atado al origen de la electricidad. Si la matriz energética no es limpia, la reducción de emisiones puede verse relativizada.
Por tanto, el GNC aparece como una solución intermedia más inmediata, especialmente en líneas de media distancia o flotas que no operan en zonas de restricción ambiental severa.
Cambios regulatorios y control local: el nuevo marco institucional
La medida se inscribe en una reestructuración más amplia del sistema de transporte porteño. En septiembre de 2024, la Ciudad firmó un acuerdo con el Estado Nacional que formalizó la transferencia de competencias sobre todas las líneas de colectivos que operan exclusivamente dentro del distrito. A partir de entonces, la Ciudad asumió la responsabilidad plena sobre tarifas, subsidios, recorridos, condiciones técnicas de las unidades y requisitos ambientales.
Si bien este traspaso abrió margen para decisiones más localizadas, también obliga a la administración porteña a definir mecanismos de financiamiento, estándares tecnológicos y plazos de adaptación para un recambio progresivo de flota.
En ese marco, la resolución 111/SECT/25 viene acompañada por un conjunto de normativas previas que fijan metodologías de cálculo de costos operativos y tarifarios, con incentivos explícitos a tecnologías limpias. El esquema reconoce el mayor costo inicial de buses eléctricos o a GNC, y propone herramientas de compensación para amortiguarlo.
Antecedentes: pruebas piloto y primeras experiencias con buses limpios
La decisión no parte de cero. Desde 2017, la Ciudad viene realizando pruebas piloto con distintas tecnologías de motorización limpia. Ese año se lanzó un programa para evaluar buses de bajas emisiones. En 2022, durante la Cumbre Mundial de Alcaldes del C40, se utilizaron colectivos eléctricos como parte del operativo oficial.
Más recientemente, en 2024, se puso en marcha el plan MiniMUBE: una línea de minibuses 100 % eléctricos que conecta Puerto Madero con Retiro. En su primer mes de operación transportó más de 65.000 pasajeros y obtuvo niveles de satisfacción superiores al 90 %, según datos del gobierno. El proyecto, aunque limitado en escala, sirvió para testear cuestiones logísticas, operativas y de aceptación del público.
Estas experiencias son citadas en la resolución como parte de la justificación técnica y operativa del nuevo esquema. Aunque la implementación generalizada de estas tecnologías requerirá inversiones importantes, tanto por parte del Estado como del sector privado.
Qué se espera a futuro
La resolución no plantea un cambio inmediato en toda la flota, pero sí traza un rumbo: de ahora en adelante, cada unidad nueva que se sume al sistema deberá responder a estándares más estrictos en materia ambiental.
El objetivo final, tal como lo fija el Plan de Acción Climática 2050, es llegar a ese año con una flota de transporte público compuesta en su totalidad por vehículos de cero emisiones. En ese camino, el GNC jugará un rol clave como puente tecnológico hacia soluciones más definitivas como la electrificación.
Fuente: Energía y Negocios