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Ecuador y Colombia dan prioridad a la protección del medio ambiente. Brasil y otros favorecen la explotación de recursos, en aras del crecimiento y supuestamente en interés de las poblaciones más pobres.

En un plebiscito celebrado el 20 de agosto, la mayoría de la población ecuatoriana tomó la decisión histórica de detener las prospecciones petrolíferas en una región amazónica responsable de cerca del 12 por ciento de la producción de combustibles fósiles del país. Se trataba del destino del Bloque 43, un conjunto de campos petrolíferos situados en el Parque Nacional Yasuní: el 59 por ciento de los participantes votaron a favor de detener la prospección. El movimiento va en la misma línea que el de Colombia, cuyo actual Gobierno pretende bloquear nuevas perforaciones en su territorio.

Sin embargo, en otras partes de Sudamérica, la exploración continúa y existe una firme defensa de que estos recursos son fundamentales para el crecimiento y la generación de riqueza.

El tema ha provocado un distanciamiento entre algunos países amazónicos. Durante la última Cumbre Amazónica, celebrada a principios de agosto, el Gobierno de Colombia, encabezado por el presidente Gustavo Petro, buscó un acuerdo para prohibir nuevas exploraciones petroleras en la Amazonía, lo que fue rechazado especialmente por Brasil.

Campeón latinoamericano del petróleo

El Ejecutivo del presidente Luiz Inácio Lula da Silva pretende incluso ampliar la producción en el llamado Margen Ecuatorial, lo que ha generado polémica con parte de la actual administración y expertos en la materia. Esta región, con importantes yacimientos, comprende las cuencas marinas en el océano Atlántico a ambos lados de la línea del Ecuador y, en Brasil, incluye la desembocadura del río Amazonas.

Desde 2017, Brasil es el mayor productor de petróleo de América Latina: el boletín de junio de la Asociación Nacional del Petróleo (ANP) informó de un récord de 4,3 millones de barriles extraídos al día. En 2022, los hidrocarburos fueron la segunda fuente de ingresos por exportaciones de Brasil, por detrás de la soja, con 42.500 millones de dólares, el 12,5 por ciento del total exportado.

Otro miembro del Consejo Amazónico que apuesta por la exploración petrolífera es Guyana, que encontró vastas reservas de hidrocarburos en 2015. En 2022, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el país tuvo el mayor crecimiento del mundo: el aumento del 57,8 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB) se apoyó en gran medida en el petróleo.

También en Sudamérica, Argentina ha optado recientemente por seguir adelante con la explotación de Vaca Muerta, una de las mayores reservas de gas natural y petróleo del mundo. El proyecto es controvertido, entre otras cosas porque implica la técnica de fracturación hidráulica (o “fracking”), considerada de alto riesgo para el medio ambiente. En la campaña para las elecciones presidenciales de 2023, ninguno de los principales candidatos ha anunciado medidas que afecten a dicha explotación.

¿Preocupación solo de ricos?

Un argumento frecuente contra los avances en la lucha contra el cambio climático es que esta debería ser responsabilidad de las naciones más ricas, ya que históricamente han sido las que más contaminan.

El director del Centro Brasileño de Infraestructura (CBIE), Adriano Pires, cree que medidas como las de Ecuador y Colombia podrían reducir la oferta de energía, especialmente en un escenario de aumento de la demanda, incrementando la inflación, lo que afectaría en mayor medida a los más pobres.

Según Aditya Ravi, investigador de Rystad Energy, la economía de Ecuador depende en gran medida de las exportaciones, de las que el crudo representa más del 30 por ciento. Según sus cálculos, las pérdidas derivadas de la reciente decisión podrían representar casi el 1,2 por ciento del PIB del país. Además, estima que la decisión repercutirá en los precios al consumidor.

Ilan Zugman, director para América Latina del movimiento contra los combustibles fósiles 350.org, considera que el plebiscito en Ecuador es un excelente ejemplo de la preocupación popular por el cambio climático. Afectados por sequías, inundaciones o deslizamientos de tierra, los ciudadanos están “demandando mayores iniciativas de adaptación por parte de los gobiernos locales, para contener un poco estos impactos: es algo que ha ido cambiando y ya no está restringido a las clases media y alta”, asegura.

Carolina Marçal, coordinadora de proyectos del Instituto ClimaInfo, reconoce que los países del llamado sur global, entre ellos Colombia y Ecuador, están entre los que menos carbono emiten. No obstante, “la carga y las consecuencias de la crisis climática se reparten injustamente entre todos los habitantes del planeta. Así que, nos guste o no, todos tenemos el deber de actuar”.

Compensación de países desarrollados

Para reducir dichas desigualdades, a menudo se ha sugerido transferir recursos como compensación. Así, en 2008, el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, hizo una oferta a los países más ricos para que no explotaran las reservas del Parque Nacional Yasuní a cambio de fondos. El proyecto no salió adelante, al igual que otras iniciativas.

Marçal espera que el ejemplo de Ecuador inspire a otras democracias. En su opinión, es necesaria una reforma de la estructura financiera mundial para hacer viable un modelo de desarrollo bajo en carbono en el sur global.

Posibles presiones

Los ecologistas creen que podría haber frustración con Brasil en este ámbito, especialmente a la luz de las recientes medidas adoptadas por sus vecinos.

Para asegurar su liderazgo, Zugman cree que el gigante sudamericano “necesita hacer más”. En algún momento, insiste, el presidente Lula “va a tener que exponerse de verdad y elegir de qué lado está, si del lado de la Amazonia, de los pueblos indígenas, del medio ambiente, o si va a seguir vinculado a esta industria sucia del pasado”.

 

Fuente: Dw