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El documento interno filtrado en redes reconoce que “no hay licencia social”, define al ambientalismo como “guerrilla ambiental” y se propone desvirtuar y ridiculizar la denuncia socioambiental.

En el marco del Día internacional del Ambiente se dió a conocer en redes sociales un documento interno filtrado de la petrolera estatal YPF, en el cual reconoce que “no hay licencia social” para el proyecto de exploración y explotación petrolera offshore en aguas ultraprofundas. Y agrega que “[a]unque se cumplieron los pasos previstos, las únicas voces son críticas”.

Desde que asumió, el gobierno del Frente de Todos buscó reactivar la concesiones realizadas por el macrismo a lo largo de toda la costa atlántica, pero en particular frente a las costas de Mar del Plata, encontrándose con un fuerte rechazo de parte de ambientalistas, jóvenes, trabajadores de diferentes sectores, incluso del Conicet que plantearon razones socioambientales de peso, se movilizaron y se continúan movilizando por un #marlibredepetroleras. A pesar del rechazo masivo, el Ministerio de Ambiente aprobó en 2021 la exploración, y recientemente, el gobierno extendió los permisos a YPF y al gigante petrolero Equinor, pero la preocupación por la falta de licencia social evidentemente preocupa al organismo.

Es así que, conciente del fuerte rechazo, el folleto plantea “un trabajo de acción permanente”. “En un escenario de constante conflicto –señala–, debemos pensar en soluciones de corto, medio y largo plazo para reconstruir las condiciones necesarias para operar.”

La “guerrilla ambiental” como enemigo

El análisis, típico de las corporaciones extractivistas –que dedican una cantidad considerable de recursos para la propaganda–, resulta preocupante y grave tratandose de una petrolera estatal, ya que define al ambientalismo en términos de “guerrilla ambiental”. La misma, dicen, “arrastra a los influencers como detractores del proyecto”, mientras “las mineras [sic] operan sobre el círculo rojo para promoverlo”. (La confusión con las mineras responde a que les funcionaries de YPF usaron el trabajo de los consultores canadienses Boutilier & Thomson, especializados en métodos de “construcción de consenso social” para las megamineras, una verdadera intelligentsia al servicio del extractivismo).

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Volviendo al plan de YPF, la licencia social “se construye desde el consenso con la comunidad y algunas veces es igual o más importante que las habilitaciones legales” y “es el resultado de la puja de grupos de interés” que buscan movilizar a la sociedad según sus preferencias: habría dos principales, el de “promotores” del proyecto (“petroleras” y el “círculo rojo” –que “apoyan por conveniencia pero decide según el termómetro social”–) y el de los “detractores” (“ambientalistas” e “influencers”). Por otro lado define a la opinión pública en disputa, “esa masa crítica habitualmente desmovilizada que requiere de disparadores para involucrarse”, conformada por “marplatenses” y la “clase media” (“importantes por volumen y naturaleza […] pueden inclinar la balanza”).

A partir de ahí traza la estrategia de “aproximación indirecta”: como “No puede reducirse a petroleras vs ambientalistas, porque las condiciones no son favorables”, se proponen rodear “a los objetivos que queremos convencer mediante cápsulas aparentemente imparciales, con tono periodístico o informativo, que aporten la mirada que necesitamos en cada instancia.”

Así, con “impactos repetidos y descentralizados, desde distintas ópticas, tonos y puntos de vista; pero siempre con el mismo objetivo” buscan “seducir progresivamente al segmento.”

Desvirtuar y ridiculizar la denuncia socioambiental

La estrategia que se propone la petrolera estatal presidida por el kirchnerista Pablo Gonzalez apunta cuatro etapas: “debilitar el rechazo, construir aceptación, consolidar aprobación y reconstruir el reclamo”.

¿Cómo debilitar el rechazo? Sencillamente se buscará “Desvirtuar el fondo de la cuestión y ridiculizar la forma del reclamo para aislarlos.” En otras palabras, “Mitigar la influencia de quienes se oponen, desgastando el mensaje y también al emisor”. ¿Cómo? “[C]onvertir esa moda [sic] en un miedo profundo de quedar en ridículo, empatándolo con los reclamos más descabellados y con las formas más incómodas”. Los “reclamos más descabellados” serían, para les estrategas públicos, sería ser “de la izquierda que quiere matar al capitalismo”.

¿Cómo construir aceptación? Una apuesta es a la “aceptación nacionalista”: “Fuimos el granero del mundo y podemos hacer lo mismo con la energía […] ahí están los dólares que le faltan a la Argentina”. Sí, se trata del discurso del gobierno nacional. “Somos un país muy rico en recursos naturales, que produce valor con el campo, con el petróleo y en pocos años con el litio”; incluso Buenos Aires puede pasar a ser una “provincia petrolera”.

Otra apuesta es la de la “aceptación económica”: con las petroleras en el mar tendríamos -supuestamente- una economía que crece, generando más dólares y menos inflación.

Finalmente, “aceptación ambiental”: como “[l]os pocos problemas ambientales de la historia fueron causados por empresas irregulares”, las habilitaciones tienen que quedar en manos de “empresas con experiencia”. Sí, la línea de regulación estatal que propone CFK. Y, obviamente, que solo con los dólares del petróleo se va a poder “invertir en energía limpia”.

El siguiente paso es la “aprobación consolidada”, mediante formadores de opinión y tomadores de decisión (políticos), que operarán directamente para los intereses de las petroleras en diferentes medios.

Y, finalmente, la “identificación con la demanda”: esto es, ya que “[e]l reclamo como actividad social es absolutamente inevitable, y debemos ocupar ese espacio antes que sea dominado por otras voces”, el plan es “reconstruir un reclamo nuevo que movilice desde otra perspectiva y reemplace el reclamo ambiental de detener la exploración por un reclamo social de avanzar.” Para esto hay que buscar nuevas “víctimas [YPF] y victimarios”, o sea, Equinor y Shell, acusados de no cumplir sus contratos.

En otra palabras, estamos ante una campaña de manipulación de la opinión pública para encubrir el daño ambiental y el saqueo económico haciendo pasar el interés de las petroleras como un interés nacional.

Apunten contra la izquierda anticapitalista

¿Cómo planean instalar estas “cápsulas” concretamente? Apuntando contra Greenpeace y los “partidos de izquierda contra el capitalismo en Mar del Plata [que] Se oponen al ingreso de Shell y otras empresas que pretenden desarrollar el mercado local, con fuertes críticas al capitalismo del mundo.”

Se trata de un verdadero plan macartista para construir un enemigo del interés nacional, la “guerrilla ambiental”: para lo cual el folleto apunta directamente a la izquierda anticapitalista (y en la Argentina actual ese espacio tiene su referencia más importante en el Frente de Izquierda Unidad).

Si la formulación recuerda, en parte, a los momentos más oscuros de la historia de nuestro país (el término “guerrilla fabril”, por ejemplo, buscó criminalizar la protesta obrera, también desde el Estado, como grupo antinacional), el contenido económico reafirma el recuerdo: los sectores que se benefician del avance extractivista son los mismos grupos económicos que se beneficiaron entonces. No hay ningún “interés nacional”, sino saqueo económico y destrucción ambiental. Basta ver a donde van los dólares del saqueo en Vaca Muerta, y los beneficios exorbitantes de las patronales como Techint para comprender que si los intereses en juego son los mismos, la formulación de los medios no tiene por qué diferir.

Más allá de que el planteo de fondo utiliza una falta de dólares producto de un acuerdo fraudulento con el FMI convalidado por el gobierno, y de que el impacto ambiental de esta avanzada será múltiple (desde la exploración que afecta numerosos ecosistemas marinos, hasta los peligros enormes de contaminación con petróleo y, no menor, la introducción de más gases de efecto invernadero en la atmósfera de la mano de las principales petroleras mundiales y para sus ganancias en un contexto de crisis climática acuciante), el plan de ataque al movimiento socioambiental y a la izquierda debe tomarse con total seriedad.

Si en Argentina vimos gobierno a ambos lados de la grieta reprimir los reclamos de las poblaciones que no quieren ser “zonas de sacrificio” extractivistas, Latinoamérica tiene la tasa más alta de víctimas de la violencia por parte de grupos económicos extractivistas. La gravedad de este tipo de amenazas deben entenderse en ese contexto.

 

Fuente: La izquierda diario