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La devastada cosecha impacta en las arcas del sector y pone en riesgo alquileres y créditos con empresas de maquinaria, bancos, acopios y proveedores

ecién comienza la cosecha gruesa, el momento crítico en que se recolectan de los campos los granos que generan la mayor parte de los dólares que ingresan al país, particularmente soja y maíz, y las perspectivas son funestas. Las principales estimaciones privadas coinciden en que el impacto en la economía, contando las actividades asociadas, será de unos u$s 20.000 millones, cerca de un 3% del PBI.

El tsunami todavía no llegó, pero en el sector agrícola ya saben que con los primeros golpeados llegará el efecto dominó. En esa primera fila, además de los productores, estarán los contratistas, personas o empresas que tienen maquinaria agrícola y prestan servicio de siembra, cosecha, fumigación u otros en campos ajenos, o que los alquilan para ponerlos a producir. Los contratistas son un actor social relativamente nuevo, que empezó a extenderse desde mediados de los ’90 con el sistema de siembra directa y se afianzó en este siglo.

Jorge Scoppa, titular de la Federación Argentina de Contratistas de Maquinaria Agrícola, que agrupa las cámaras de las distintas regiones del país, estima que el sector abarca hoy a unos 11.000 a 12.000 contratistas activos, contando únicamente los que se encargan de los cinco principales cultivos extensivos (soja, maíz, trigo, girasol y cebada), que el año pasado abarcaron más de 33 millones de hectáreas. Para el dirigente, más o menos la mitad de esa superficie se da en campos alquilados.

El campo, en crisis por la cosecha: mal la fina y peor la gruesa

 

“Los contratistas ya venimos mal de la fina”, dice Scoppa, en referencia a los cultivos también llamados de invierno, principalmente trigo y cebada, que se cosechan hacia fin de primavera. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en esta campaña se sembraron 6,1 millones de hectáreas de trigo (600.000 menos que la campaña anterior, 30 veces la superficie de la CABA), y se cosecharon 12,4 millones de toneladas, 10 millones de toneladas menos que el año anterior. En cebada, si bien la superficie sembrada creció en 100.000 hectáreas de un año al otro (un total de 1,3 millones), la sequía derrumbó la producción, de 5,2 a 3,8 millones de toneladas.

“Ya veníamos mal, y ahora se perdió buena parte del maíz de primera en las zonas afectadas; puede haber algunas zonas que han tenido medianamente una buena cosecha, pero no creo que supere el  15 o 20%”, dice Scoppa. “Hay zonas donde no llovió y no se pudo empezar a cosechar la soja. Entre Córdoba y Santa Fe está por verse, hay sojas que se están perdiendo”, explica.

A la sequía descomunal, se sumaron los calores infernales que quemaron plantas y espigas, así como una helada extemporánea en febrero que quemó cultivos que se habían sembrado tarde esperando que la sequía hubiese terminado. En La Pampa y Córdoba, sojas que podían dar 3.500 o 4.000 kilos por hectárea, ahora están para 1.500 kilos”, dice Scoppa.

Las exportaciones de trigo, maíz y soja fueron las más bajas desde 2017

En la última campaña, las exportaciones de trigo, maíz y soja fueron las más bajas desde 2017.

Golpe en la zona más privilegiada

 

Una particularidad de la actual situación, para algunos la peor sequía en más de un siglo, es que una de las regiones más castigadas es la mejor, el corazón agrícola de Pergamino, Salto, Arrecifes y alrededores, la llamada “zona núcleo”, equivalente al famoso corn-belt en Estados Unidos. De tan buena, la zona núcleo tiene los valores de venta y alquiler más altos, y es tan privilegiada que es raro que le vaya mal. Pero esta vez le fue pésimo.

En este punto, el que peor posicionado está no es tanto el que presta servicios como el que alquila y produce en campos ajenos: “El que presta servicios, si no saca la máquina no gana ni gasta; tiene que vivir, y pagar las cuotas de maquinaria y los impuestos. Pero el que alquila tiene esos problemas más el de pagar los insumos que usó y los alquileres que pactó”, apunta.

Para él, si un contratista que tiene la maquinaria levanta 1.500 kilos de soja por hectárea, “por lo menos paga el alquiler y algo de insumos; pero esta campaña existe el cero, hay lotes que no se cosechan; si no levanta nada, entra en quebranto. Los vencimientos van a llegar de aquí a dos meses”, sotiene.

Efecto dominó: “La gente no cree lo que se viene”

 

“Ahora algunos están buscando culpables, dicen que se pagó mucho por los alquileres. Pero si se pagaron 18 o 20 quintales (1.800 0 2.000 kg) de soja por hectárea, fue porque era negocio, porque a eso llevó la oferta y la demanda. Y se invirtió, y el país creció por eso. El problema es el cero, cuando no hay nada que cosechar. Eso no se puede pagar”.

A la renegociación de alquileres que se viene, se le suman otras, como las de las cuotas de los créditos de la maquinaria agrícola que compraron, que tiene valores enormes: una cosechadora puede valer entre u$s 350.000 y 700.000, y por eso se compran financiadas por bancos o por las mismas empresas fabricantes. “Con los acopios va a haber que renegociar también: el canje de semillas, de agroquímicos, todo está todo por vencer”.

En medio de esto, dicen los productores, la AFIP sigue embargando las cuentas por atraso en los anticipos del impuesto a las Ganancias. “Son adelantos de ganancias que no vamos a tener: nos dicen que queda de crédito fiscal, pero yo no necesito crédito fiscal, necesito la plata para producir”.

Maquinaria

La sequía golpea más fuerte a quienes alquilan campo y maquinaria o accedieron a créditos para encarar la cosecha.

Para Scoppa, “la gente no cree lo que se viene. Muchos esperan que algo los salve: se esperaba en Expoagro, y hubo algunos anuncios de créditos blandos, pero fue muy breve. Si no sale una medida, va a haber muchos quebrantos. El Gobierno no le está dando respuesta al sector”.

 

Fuente: Iprofesional