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Los campos de crudo del país ya no son tan rentables, y emiten muchos gases de efecto invernadero

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está abierto al petróleo venezolano. El fin de semana, el Departamento del Tesoro concedió al gigante petrolero Chevron, valorado en 355.000 millones de dólares, una licencia para reanudar una producción limitada en el país. Eso ayuda a repartir la extracción del combustible fósil, y podría aliviar los precios en el margen. Pero entre la suciedad del petróleo venezolano y la decrepitud de los campos de crudo, la ayuda es limitada.

Venezuela se asienta sobre las mayores reservas de petróleo del mundo, y a finales de la década de los noventa producía más de 3 millones de barriles de crudo al día y exportaba 1,8 millones de barriles diarios a Estados Unidos, según la Administración de Información Energética de este país.

El constante endurecimiento de las sanciones hizo que la producción de petróleo venezolana se redujera en unas tres cuartas partes a lo largo de los años. Aunque Chevron, en virtud de la licencia, no puede abrir nuevos yacimientos, puede empezar a bombear de los existentes.

Si los campos vuelven a los niveles anteriores a las sanciones, la compañía producirá unos 200.000 barriles diarios. Para Chevron, es una gota de agua, menos del 7% de su producción diaria. A Chevron se le deben más de 4.000 millones de dólares de sus proyectos en Venezuela con Petróleos de Venezuela, que debería recuperar. Pero la licencia prohíbe a su socio venezolano obtener beneficios, por lo que las perspectivas de una mayor producción parecen limitadas. Y, este año, se espera que la empresa tenga unos ingresos netos de 38.000 millones de dólares procedentes de fuentes de todo el mundo, según Refinitiv.

La flexibilización de las restricciones tampoco beneficia al estadounidense medio. Los equipos petroleros se degradan y los trabajadores muy cualificados han huido del país. Como resultado, los yacimientos no son tan prolíficos, y la extracción del petróleo podría ser más costosa.

Esta producción en Venezuela equivaldría a cerca del 1% de la demanda estadounidense. Además, el Orinoco venezolano también se encuentra entre los yacimientos más intensivos en gases de efecto invernadero del mundo, con aproximadamente el doble de emisiones totales por barril que el campo Ghawar de Arabia Saudí, según un índice creado por OCI+. Si los países, incluido Estados Unidos, empiezan a tomar medidas más estrictas sobre las emisiones, los costes de depurar el petróleo podrían repercutirse.

La urgencia de contar con diversas fuentes de combustibles fósiles se ha hecho más evidente desde que la invasión rusa de Ucrania disparó los precios. Pero el precio del barril de crudo Brent ha caído aproximadamente un tercio desde principios de marzo. Biden ha hecho del clima un elemento clave de su presidencia. Pero el cambio climático es un problema mundial, y al compartir mesa con los productores de petróleo estadounidenses en Venezuela, también está estrechando la mano de un país que tiene un historial de derechos humanos poco ejemplar.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

 

Fuente: Cinco dias