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La liquidación agrícola de noviembre está más baja incluso que la del flojo mes de octubre. Expectativa en el campo y quejas en la interna gubernamental

Las intensas lluvias del fin de semana trajeron una inusual sensación de alegría: como contrapartida de las inundaciones en barrios de la Ciudad y del conurbano, apareció una esperanza de que se pueda moderar la severa sequía que está afectando al campo, y que en los últimos días había hecho proliferar los malos pronósticos sobre producción.

Por caso, la Bolsa de Rosario, en una nueva revisión a la baja de sus proyecciones, había recortado la semana pasada a apenas 11,8 millones la previsión de la campaña de trigo, la mitad de lo cosechado el año pasado.

¿Será lluvia lo suficientemente abundante como para cambiar el ánimo depresivo? Dependerá de si sigue cayendo agua o si se trata apenas de un fenómeno aislado. De momento, alcanzó como para que la campaña de siembra sojera, que venía retrasada, pueda ponerse al día. Pero no hay grandes esperanzas de que cambie la perspectiva del trigo, el cultivo que hace el aporte de dólares durante el verano. Y los economistas mantienen su pesimista pronóstico de una caída de u$s10.000 millones en el aporte del campo a la exportación del 2023.

Es por eso que se sigue hablando en el mercado de la eventualidad de una reedición del “dólar soja” para diciembre. Hay versiones en el sentido de que Nicolás Pino, el presidente de la Sociedad Rural, está negociando los detalles de la medida con los funcionarios del Gobierno.

Y los rumores ganan credibilidad con cada nueva venta de divisas que el Banco Central se ve obligado a realizar. En lo que va de noviembre, el promedio de desembolsos que se van de las reservas asciende a u$s86 millones por día. Y tras varias semanas de calma, el mercado paralelo volvió a mostrar volatilidad, con un salto de 11 pesos del “blue”, que este miércoles cotizó a $307, en un efecto que los economistas habían pronosticado ya como una consecuencia inevitable del “dólar soja” de septiembre.

En contraste con esa escasez de divisas que sufre el Banco  Central, aparece un dato clave: según los cálculos de la Cámara de la Industria Aceitera, permanecen todavía guardados en los silobolsas mercadería por unas 10 millones de toneladas. Traducido a plata, unos u$s5.300 millones.

Por más que el “crawling peg” haya acelerado su velocidad, recién en abril se llegaría a un tipo de cambio de $215, que es la cifra que convencería a los productores para vender antes del verano. Y es por eso que en los últimos días ganó intensidad la versión sobre otro régimen especial para los sojeros.

Las últimas lluvias no fueron suficientes para alterar las malas perspectivas de la campaña, que en cultivos como el trigo tendrá caídas de casi 50%

Las últimas lluvias no fueron suficientes para alterar las malas perspectivas de la campaña, que en cultivos como el trigo tendrá caídas de casi 50%

Nuevo dólar soja: no llegó pero ya se hace notar

 

No es una decisión fácil para el ministro Sergio Massa. Después de todo, la experiencia de septiembre, que fue exitosa en la captación de dólares, tuvo algunos efectos colaterales que se están sintiendo hoy.

En principio, el costo fiscal ascendió a unos $400.000 millones, resultado de que el Tesoro debiera asumir la diferencia de comprar divisas a $200 y venderlas al tipo de cambio oficial de $147. Esto fue lo que motivó a que los economistas hayan calificado a esa propuesta de Massa como “un caballo de Troya”, junto con advertencias de que el alivio sería pasajero, porque los pesos que se volcaron al mercado constituirían el combustible que haría despegar nuevamente la brecha del dólar paralelo.

Pero no fue el único efecto negativo: en septiembre se incrementó la presión de los precios por parte de los sectores que usan a la soja como insumo. Un ejemplo de ello fue el aumento casi instantáneo de 30% que habían sufrido los pellets de soja requeridos por los tambos como alimentación para las vacas.

Pero el principal efecto negativo que se había pronosticado era el del bajón exportador del “día después”. Fue algo que quedó en evidencia con la recaudación de la AFIP en octubre: el ingreso por derechos de exportación tuvo un desplome de 75% respecto del mes anterior.

Y en cuanto a la exportación, las cifras son elocuentes: en octubre, la liquidación promedio diaria del agro bajó a u$s60 millones diarios, una cifra muy modesta no sólo en comparación con los u$s400 millones diarios de septiembre sino también respecto de los u$s150 millones de agosto.

Y lo paradójico es que, según analistas del negocio agropecuario, son justamente los rumores sobre un nuevo “dólar soja” lo que está haciendo que la situación haya empeorado aun más en noviembre, con un promedio de liquidaciones diario de apenas u$s48 millones en el arranque del mes.

Las exportaciones bajaron a niveles mínimos tras el boom de septiembre: se pronostica que el registro de noviembre será la mitad del récord del año pasado

Las exportaciones bajaron a niveles mínimos tras el boom de septiembre: se pronostica que el registro de noviembre será la mitad del récord del año pasado

 

A ese ritmo, en todo el mes a duras penas se podrá llegar a una liquidación de u$s1.000 millones, la mitad de la cifra récord que se había registrado en noviembre del año pasado. Esa venta a “cuentagostas” podría hacer que el nuevo dólar soja se transforme en una especie de profecía autocumplida: como los productores esperan que llegue, entonces reducen más la exportación, con lo cual la “sequía” de divisas se torna más acuciante.

Lo cierto es que -en una situación análoga a lo que ya le pasó al Gobierno con los acuerdos de precios- hoy ya se están viendo algunos de los efectos de la aplicación del “dólar soja” sin que la medida haya sido efectivamente anunciada. Además del freno en las ventas, también surgió la inquietud de quienes usan este cultivo como insumo para su actividad: en los últimos días se vieron conductas defensivas de empresarios ligados a la actividad tambera, a la ganadería y al sector aviar, que adelantaron compras por si el precio se encarece el mes próximo.

Además, hay inquietud por el costo del alquiler de campos: para quienes tienen contratos que varían mensualmente según el precio de la soja, diciembre podría llegar con un imprevisto aumento en los costos.

Desconfianza en el plano político

 

Lo extraño de la situación es que en el campo dicen que el nuevo “dólar soja de diciembre” es una idea surgida del equipo de Massa, ante el temor de sufrir turbulencias cambiarias en el verano. Pero en la coalición gubernamental creen que todo surge del poder de “lobby” de los productores.

Es así que en los últimos días hubo renovadas protestas desde el kirchnerismo. Ya en septiembre, el diputado Máximo Kirchner había dicho en un discurso público: “Nuestro país fue puesto de rodillas por las cerealeras. Hubo que generarles otro dólar para que liquiden lo que producen en nuestro suelo y que es parte de la riqueza y de los bienes naturales de nuestra patria”.

También la propia Cristina, aunque se cuidó de no criticar a Massa, se refirió al dólar especial de los sojeros como una de las consecuencias negativas de no haber resuelto “la economía bimonetaria”.

Y ahora, con la nueva versión, el tema está en la agenda de los medios K. Uno de los más influyentes editorialistas, Roberto Navarro, calificó al dólar soja como “una medida 521, porque es la 125 al revés, en vez de que el campo aporte para ayudar al resto del país, todos tenemos que poner para ayudar al sector más privilegiado de la sociedad”.

Sergio Massa, otra vez blanco de críticas desde el kirchnerismo por los

Sergio Massa, otra vez blanco de críticas desde el kirchnerismo por los “beneficios” para los productores sojeros

 

En un diagnóstico que, curiosamente, coincide con el que hacen los economistas ortodoxos, desde el kirchnerismo se advierte que un nuevo régimen especial para los sojeros podría traer otra vez un costo fiscal que terminaría impactando en la inflación.

Todo esto lleva a la pregunta de por qué Sergio Massa está coqueteando con la idea del nuevo tipo de cambio para la soja: el solo hecho de que haya circulado la noticia ya le está costando un bajón en el nivel de liquidaciones del campo, y un mayor motivo de tensión política en la interna del Frente de Todos.

Y la respuesta a esa pregunta es clara: hoy por hoy, no parece haber otra medida eficaz para evitar esa devaluación brusca que buena parte de los economistas está pronosticando para el próximo verano. Las fuentes alternativas de divisas, como un préstamo “repo” de bancos de inversión, o un aporte de divisas de fondos de Medio Oriente, o un nuevo swap con China para reforzar las reservas son medidas que demoran su concreción, mientras el Banco Central sufre una sangría diaria.

Podría haber otro motivo para Massa, además del cambiario: como notó el consultor Salvador Di Stefano, el nuevo régimen supondría un impacto tributario, incluso si los productores decidieran no vender. Ocurre que, en ese caso, deberán anotar en sus balances las tenencias de granos al precio del nuevo régimen, con lo cual aumentarán sus aportes a Ganancias y a Bienes Personales.

Extrañando los veranos benévolos para el BCRA

 

La devaluación en la estación estival es un clásico de la historia económica argentina, dado que coincide el momento de la baja en la oferta de divisas con la suba de la demanda. Sin embargo, todas las devaluaciones catastrofistas se probaron erróneas en lo que va de esta gestión. Claro, esto fue posible porque, de manera sorpresiva, hubo ingresos de dólares muy superiores a la media histórica.

Sin ir más lejos, el primer trimestre de 2022 tuvo un récord de exportación agrícola de u$s7.650 millones, una cifra que superó en 22% el ya de por sí excelente registro del verano anterior. Pero es difícil sacar la lotería tres veces seguidas: en los últimos dos veranos hubo factores extraordinarios -sobre todo, el conflicto bélico en Ucrania- que empujaron los precios al alza, y al mismo tiempo se produjeron condiciones para muy buenas campañas, como la de trigo del último año.

Tras dos veranos atípicamente benévolos, otra vez la estación estival vuelve a ser el momento de mayor riesgo devaluatorio

Tras dos veranos atípicamente benévolos, otra vez la estación estival vuelve a ser el momento de mayor riesgo devaluatorio

 

Ahora, súbitamente todos esos factores positivos parecen darse vuelta. No solamente hay malas previsiones en cuanto a precios sino que, para colmo, el factor sequía ya obliga a restar u$s10.000 millones de las previsiones originales.

Massa insiste en su pronóstico sobre un superávit comercial holgado para 2023, del orden de los u$s12.000 millones, pero en el mercado se espera una cifra mucho más modesta, en torno de los u$s7.000 millones.

Su estimación optimista está vinculada al ahorro que se producirá en la importación de gas. Pero claro, eso implica que primero finalice el tramo en construcción del gasoducto Kirchner, algo que en el mejor de los casos ocurrirá ya entrado el próximo invierno. Y, antes de eso, hay que pasar un verano desafiante.

Por eso, el “dólar soja” que en un principio era visto como algo de bajas probabilidades de ocurrencia, hoy ya es tomado en serio. Por lo pronto, los consultores aconsejan a los productores que sólo vendan lo estrictamente necesario, porque puede ser inminente el anuncio de un precio que supere en un 35% al poco atractivo valor que reciben actualmente.

 

Fuente: Iprofesional