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La menor emisión de CO2 que otros combustibles ubica al gas como fuente de energía ideal para la transición hacia la carbononeutralidad. Pero la ventana de oportunidad para ingresar en el mercado como un jugador de peso ya empieza a cerrarse

Para la Argentina, cumplir con sus compromisos de cambio climático significa repensar el futuro de su sector energético, que hoy representa más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Allí es donde aparecen las energías renovables y el enorme potencial que tiene el país para desarrollarlas, desde la alta radiación solar del norte a los fuertes vientos de toda la Patagonia.

Sin embargo, en las últimas décadas los distintos gobiernos se han volcado al desarrollo del gas natural, un combustible fósil que contamina menos que el carbón, pero sigue siendo significativo en términos de emisiones. El nuevo gasoducto de Vaca Muerta y los mayores subsidios a la producción del gas natural reiniciaron el debate, con pedidos de un mayor impulso al sector de las energías renovables.

“Podemos convertirnos en un exportador de energía. Tenemos los recursos porque Vaca Muerta es la segunda reserva de gas del mundo, un combustible clave en el marco de la transición energética“, señaló el presidente Alberto Fernández en la última apertura de sesiones ordinarias del Congreso en marzo, en apoyo el rol del gas natural como combustible para la transición energética.

Cuando se quema, el gas natural emite entre un 50% y un 60% menos de dióxido de carbono (CO2) en comparación con las emisiones del carbón. Sin embargo, también se debe tener en cuenta su transporte y extracción, especialmente considerando el potencial de fugas de metano, el componente principal del gas natural. De hecho, el metano es hasta 80 veces más potente que el CO2 en su efecto de calentamiento

La industria del gas natural ha propuesto durante décadas que el combustible puede servir como un puente desde el carbón y el petróleo hacia una energía más limpia, como la solar y la eólica. Sin embargo, este ha sido durante mucho tiempo un debate polémico y un tema divisivo en todo el mundo, especialmente por parte de sectores ambientales que piden evitar el paso por el gas e ir directo a las renovables.

La Unión Europea recientemente catalogó al gas como “combustible verde” para su transición energética, pero con un límite de tiempo y solo bajo ciertas condiciones. El voto a favor del gas en el Parlamento Europeo mostró la división que genera la medida. Mientras que 328 parlamentarios votaron a favor del gas, otros 278 votaron en contra y 33 se abstuvieron.

“El gas natural es clave como combustible en el proceso de transición energética, y así está considerado a nivel global por sus bajas emisiones, ideal para lograr una transición ordenada. La realidad es que en mercados como el argentino pensar en descontarse de los combustibles fósiles para pasar solo a una matriz renovable no parece el mejor camino“, sostiene Diego Calvetti, socio líder de Energía y Recursos Naturales de KPMG Argentina.

 

EL GAS NATURAL EN ARGENTINA

El gas natural desempeña un papel crucial en el sector energético de Argentina, ya que satisface el 58% de la demanda de energía primaria del país (más del doble de la media regional de América latina). La Argentina es también el mayor mercado de gas natural de Sudamérica, con una amplia infraestructura de redes de distribución de gas y usuarios finales establecidos en todos los sectores.

El gobierno está avanzando en la ampliación de un sistema de gasoductos para transportar el gas natural del yacimiento de Vaca Muerta. Este yacimiento suele ser descripto como el segundo mayor depósito de gas de esquisto del mundo. En 2019, el 37% del gas de Argentina se destinó a alimentar las centrales térmicas, el 30% se dirigió a la industria, el 23% a consumo residencial y el resto para la demanda de GNC.

La producción de gas se redujo significativamente entre 2010 y 2014 por la falta de incentivos tarifarios en el marco de una baja de los pozos convencionales. De ahí en adelante se dio una paulatina recuperación gracias a Vaca Muerta, que hoy representa la mitad de la producción de gas, y a los subsidios del gobierno nacional, que fijan un precio del gas más allá de las variaciones internacionales.

Julián Rojo, economista del Instituto Argentino de la Energía General Mosconi, describió al gas natural como el combustible para la transición energética de la Argentina. Es el más limpio de todos los combustibles fósiles, se usa intensivamente en el país hace un tiempo considerable, se sabe como producirlo y transportarlo, y se cuenta con reservas para incrementar su uso, de acuerdo con Rojo.

“No veo factible transicionar solo a renovables en el corto plazo. Esa visión se centra en la oferta y descuida la demanda. Se necesitarían inversiones en transporte y distribución de energía eléctrica. La Argentina debería plantear como política de Estado promocionar a las fuentes de energías más limpias por sobre las contaminantes y dar mayores incentivos a las renovables no convencionales”. agrega.

La apuesta al gas natural de Argentina se repite en el resto de América latina. De seguir su actual desarrollo, el gas reemplazaría a la hidroelectricidad como la principal fuente de generación de electricidad en el 2030 en la región, de acuerdo con un análisis del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Ello demoraría la transición energética de la región a energías limpias, expertos sostienen.

Juan Carlos Villalonga, exdiputado y consultor en energías renovables, sostuvo que la baja de costos de las energías renovables debería llevar al Gobierno a impulsar un desarrollo aún mayor. El gas natural puede crecer para evitar quemar combustibles líquidos en generación eléctrica y para exportación, pero fuera de ello, la matriz energética debería ir hacia las renovables no convencionales.

“La ventana de oportunidad de Argentina con el gas es muy acotada y podemos terminar cometiendo errores. Entramos tarde al gas y vamos a tener que competir con otros mercados. El gobierno no tiene nada para ofrecer hoy, no está lista la infraestructura. Europa ya está firmando contratos para salir de su relación con Rusia, pero no van a firmar con nosotros si nos falta hacer todo”, agregó Villalonga.

 

LOS COMPROMISOS CLIMÁTICOS

La Argentina se comprometió a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 19% para 2030 en comparación con el pico de emisiones 2007, según su compromiso climático, también conocido como Contribución Nacionalmente Determinada (NDC, por sus siglas en inglés). Los futuros proyectos con el gas natural de Vaca Muerta abren un interrogante sobre esos compromisos climáticos.

En su compromiso climático, el gobierno plantea un escenario al 2030 en donde se dé un crecimiento simultáneo del gas natural y de las energías renovables no convencionales. Sin embargo, desde la asunción de Alberto Fernández no se han hecho nuevas licitaciones públicas a parques solares y eólicos, y se limitó el desarrollo de las renovables al sector privado y a la generación distribuida.

Además de las metas de la NDC, el Gobierno tiene pendiente la presentación de una hoja de ruta en cambio climático de largo plazo. En ella deberá explicar el camino que tomará el país para alcanzar la neutralidad en sus emisiones en 2050. Dicho documento debía presentarse en 2021 pero fue demorado para fines de este año, lo que indica ciertas tensiones sobre la futura reducción de emisiones contaminantes.

Lograr la carbononeutralidad es un desafío enorme. Actualmente, la Argentina produce cerca de 5 GW de electricidad con energías renovables. Para alcanzar la meta de carbononeutralidad, el país tendría que incrementar exponencialmente la generación eléctrica sin emisiones a valores cercanos a los 240 GW, de acuerdo con un reciente estudio de investigadores de la Universidad Nacional del Centro (Unicen).

“Hoy los recursos energéticos de la Argentina dependen de más del 91% de los fósiles, nucleares e hidroeléctricos. Esto es un riesgo, especialmente cuando hay una fuerte concentración de capitales, ya que son tres las empresas que explotan el 90% del petróleo y cuatro las empresas que explotan el 90% del gas“, explicó Gabriel Blanco, uno de los autores del informe.

Para la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la inversión en la producción de nuevos combustibles fósiles y en la generación de energía a partir del carbón debe terminar este año para que el sector energético mundial alcance las emisiones netas cero en 2050. Un sector energético con emisiones netas cero es “viable”, pero “requiere una transformación sin precedentes”, sostuvo la AIE.

Al mismo tiempo, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) asegura que el 70% de las reservas probadas de gas natural de América Latina no deberían ser explotadas para cumplir con los compromisos climáticos del Acuerdo de París firmado en 2015. Ello afectaría a los ingresos fiscales de los que dependen hoy los países por sus exportaciones, de acuerdo con los autores del estudio.

Leonardo Stanley, investigador asociado del Centro de Estudio de Estado y Sociedad (Cedes), resaltó también el riesgo de generar “activos varados” al impulsar mayores inversiones en gas natural. El término se refiere a recursos naturales y capital físico que no se aprovechan plenamente, en este caso por la transición energética por fuera de los combustibles fósiles como el gas.

“Seguir hundiendo capitales en tecnología del pasado te obliga a seguir atado a explotar energía que no va a servir en el largo plazo. Los gobiernos siguen endeudándose para construir nuevos gasoductos y esto dificultará aún más la salida del círculo vicioso de los combustibles fósiles. En cambio, una transición energética podría impulsar la economía de la región” , sostiene Stanley.

 

LOS COSTOS DE LA TRANSICIÓN

Más allá de las voluntades políticas, lograr una transición energética a las energías renovables sin profundizar el desarrollo del gas natural se encuentra frente a una barrera; el financiamiento. Los costos de las energías renovables han bajado considerablemente en los últimos años, pero el costo de capital de las inversiones sigue siendo muy alto en la Argentina a raíz de la crisis económica y de deuda.

De hecho, numerosos proyectos de energías renovables que habían sido asignados previamente en el marco del programa RenovAR se encuentran en un limbo y aún no se desarrollaron. Un grupo de 27 proyectos ya se rescindieron para liberar prioridad de despacho en las redes de transporte eléctrico y todavía se mantiene el interrogante con otros que seguramente corran el mismo destino.

“El gobierno tuvo muchos problemas en el área de renovables. Se empezó con la crítica al programa RenovAR y dos años después no se hizo prácticamente nada. Lo que está en marcha es lo desarrollado por el mercado y la generación distribuida. Así se volverá difícil llegar a la meta del 20%”, sostuvo Villalonga, en referencia al compromiso de lograr un 20% de renovables para el 2025.

La Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) estima que los países emergentes, una categoría en la que entra Argentina, necesitarán en conjunto u$s 1 billón por año de ahora a 2050 para financiar su transición energética. Eso es siete veces más que los u$s 150.000 millones disponibles en promedio en 2020. Para la IEA, el sector privado deberá canalizar más del 70% de las inversiones.

El Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), el Banco Interamericano de Desarrollo (IADB), el Banco de Exportación e Importación de China y el Banco Mundial han sido los principales actores del financiamiento energético en la Argentina en las últimas dos décadas.

Sin embargo, los fondos no solo han sido insuficientes, sino que también se han concentrado en combustibles fósiles por sobre renovables.

Por ello, el incremento del financiamiento también debe venir acompañado de un redireccionamiento, coinciden especialistas. Un estudio de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) estima que en 2019 los subsidios a los combustibles fósiles incrementaron las emisiones de Argentina por 26 millones de toneladas de CO2 equivalente, lo que representa un 7% del total de las emisiones del país.

Un redireccionamiento de los subsidios a proyectos energéticos basados en combustibles fósiles ya sería suficiente para financiar la transición hacia fuentes renovables y que Argentina alcance la carbononeutralidad a 2050, según el informe de la Unicen. El dinero de los subsidios se usaría para construir las líneas de transmisión necesarias para la expansión de las renovables.

Pero ese no es el único problema. La transición también significa un interrogante fiscal para Argentina por sus exportaciones de combustibles fósiles, una apuesta de mediano plazo en el marco de Vaca Muerta. Los nuevos contratos con Chile para exportar gas natural van en ese sentido. Argentina enviará 300.000 metros cúbicos diarios de gas natural a Chile entre el 1 de junio y el 30 de septiembre.

Las energías renovables todavía no son grandes fuentes de ingresos fiscales, al menos en el corto plazo. Ello se podría eventualmente revertir con el hidrógeno verde, es decir, hidrógeno producido con energías limpias. Ya se anunció un primer proyecto de la empresa australiana Fortescue en Río Negro. Pero la iniciativa todavía aguarda la aprobación de un marco regulatorio para la actividad en el Congreso.

Expertos en energía y cambio climático coinciden en que la transición no ocurrirá de la noche a la mañana. América latina tardará décadas en dejar atrás los combustibles fósiles como el gas natural. De ahí la necesidad de empezar cuanto antes. Cuanto más se tarde en emprender la transición, más cara y más dificultosa será, y sumará un mayor riesgo de generar activos varados.

En opinión de Diego Calvetti, para lograr una transición ordenada el gas natural y la energía renovable deben crecer a la par, al menos hasta que la Argentina esté estructuralmente preparada para salir de una matriz energética con alta dependencia de los fósiles. El cierre de los ciclos combinados y el programa RenovAR ya han marcado un camino que ahora es necesario profundizar, agrega.

 

Fuente: Cronista