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Joe Biden anunció la prohibición de la importación de petróleo desde Rusia a Estados Unidos y anunció que aumentará la producción de petróleo. Estas decisiones están ayudando a impulsar el crudo a sus niveles más altos desde 2008.

En una nueva ampliación de las represalias económicas contra Moscú por la invasión a Ucrania, Joe Biden anunció la prohibición de la importación de petróleo desde Rusia a Estados Unidos.

Además, el mandatario norteamericano anunció que aumentará la producción de petróleo para contrarrestar el progresivo aislamiento energético. Estas decisiones están ayudando a impulsar el crudo a sus niveles más altos desde 2008.

En este contexto de incertidumbre frente al impacto que podrían causar estas medidas, Latinoamérica tiene la posibilidad de reemplazar la demanda petrolera rusa. En su conjunto, y con políticas relativamente alineadas, nuestra región debe prestar atención a la oportunidad que brinda el difícil escenario internacional. Brasil, Colombia, Argentina y México, y en menor medida, Venezuela y Ecuador, están recibiendo una potente mirada desde hace años, y superada la crisis pandémica con sus precios mínimos históricos, la chance resurge nuevamente.

Brasil es, desde hace tiempo, un exportador neto de petróleo a China. Colombia es el segundo país latinoamericano en ventas netas de crudo. México tiene un mercado gigante al norte; Estados Unidos es el destino principal de su petróleo. Incluso Venezuela, a pesar de sus problemas políticos, si se mantiene la producción, generará ingresos extraordinarios como lo hizo en 2021. Ecuador es un mercado algo menor, pero que puede acompañar a toda la región.

La clave pasará por cuánto tiempo durará el lamentable conflicto Rusia-Ucrania y las respectivas subas en los precios del barril: si es por un periodo corto, el impacto no será muy significativo, pero si se estiran van a ser los motores económicos en muchos países de la región.

El petróleo es una materia prima clave para nuestras aspiraciones de desarrollo. Nosotros, los trabajadores, quienes ponemos nuestras vidas sobre las plataformas todos los días, sabemos la relevancia de nuestra función.

En el caso argentino todas las miradas están centradas en Vaca Muerta. Lo que es entendible. Pero al tratarse de crudo no convencional, los 30 mil kilómetros cuadrados de suelos repletos de gas y crudo en la Patagonia necesitan precios altos para ser rentables, y que a su vez compense el esfuerzo de la fuerza laboral.

Las instalaciones argentinas necesitan más inversión extranjera para poder expandir la producción en la zona patagónica, y allí no solo debemos ponernos de acuerdo en los precios sino en las condiciones laborales de nuestros trabajadores y trabajadoras.

Alternativas petroleras a Vaca Muerta

Sin embargo, Vaca Muerta no es la única esperanza. Los proyectos de extracción offshore que se planean en Bahía Blanca y Mar del Plata pueden convertir a la propia provincia de Buenos Aires en una base de inversiones petroleras incluso mayor que la de Vaca Muerta.

Sabemos que la explotación offshore genera recelos en las organizaciones ambientales, pero pueden desarrollarse en completa armonía con el entorno ecológico mediante emprendimientos sustentables. Son obras que serán desarrolladas bajo estándares nacionales e internacionales regulados al máximo nivel. Y por supuesto que, desde la Federación, somos los más interesados en que estos se cumplan.

América Latina tiene el potencial para convertirse en una de las regiones más importantes debido al crecimiento de la oferta de crudo a nivel global. Tenemos materia prima y una gran fuerza laboral, dos cuestiones que deben ir acompañadas de descubrimientos de nuevos yacimientos e incentivos generales para la producción de petróleo. Mejorar la capacidad productiva es lo que la Argentina necesita para reducir los impactos de la crisis mundial.

 

Fuente: Perfil