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La nacionalización de YPF tuvo y sigue teniendo enormes consecuencias sobre la que fue, durante décadas, la empresa líder y nave insignia de la Argentina. La decadencia en números.

El nuevo desembarco del kirchnerismo en la conducción de YPF no fue una buena señal para el mercado. La salida de Guillermo Nielsen ocurre en un momento delicado de la empresa, tras el reciente rechazo de un grupo de acreedores a la propuesta de restructuración de su deuda. Operadores bursátiles aseguran que está en verdadero riesgo de ingresar en default al no poder cumplir con sus compromisos de pago, algo totalmente impensado unos años atrás.

Es increíble como en tan poco tiempo el Estado argentino logró destruir a la empresa más importante que tenía el país, tanto en valor económico como al hablar de estrategias de desarrollo en un sector clave como es el energético.

La tragedia comenzó hace exactamente diez años. A principios de 2011 la presidenta Cristina Fernández quería entender que es lo que había acordado Néstor Kirchner con la familia Eskenazi (Grupo Petersen) y Repsol-YPF, y que beneficios concretos dejaba al país esa asociación. De los dos principales accionistas solo obtuvo respuestas esquivas y la indignación de la mandataria quedó de manifiesto.

Reunión de presentación, pero con muy poca información. La presidenta Fernández de Kirchner recibe a los accionistas de YPF. (Diciembre de 2007).

Fue en ese momento en que pidió al entonces ejecutivo de Aerolíneas Argentinas y director del Estado en varias empresas privadas, Axel Kicillof, que realice un detallado memo con la situación productiva y financiera de la empresa petrolera. Fue el primer contacto importante entre ambos, motorizado por el entonces diputado Héctor Recalde, asesor presidencial en temas laborales y gremiales.

Estaba claro que la muerte de Néstor Kirchner había dejado sin mando varios de los negocios que había comenzado en su gestión y que él mismo lideraba. El desembarco en YPF, a través del Grupo Petersen, era uno de ellos.

Cumbre en La Rosada: El presidente Kirchner, junto a su alfil, el ministro De Vido, se reúen con el titular del Repsol para discutir la “argentinización” de la empresa (2005).

Pero Kicillof también sintió el rigor de la reticencia a la entrega de información por parte de los Eskenazi y Antonio Brufau, titular de Repsol-YPF.

El primer memo llegó a manos de la presidenta en mayo de ese año. Allí el joven economista expresaba el rol que debía cumplir la petrolera -y que no lo estaba ejerciendo- en el futuro desarrollo del país, con eje en Vaca Muerta; un activo sobre del que, hasta en ese momento, poco se sabía. En este primer informe, fuentes allegadas al hoy gobernador bonaerense, aseguran que no se mencionaba la palabra expropiación.

Las noticias rápidamente cruzaron el Atlántico y en febrero varios inversores del viejo continente comenzaron a plantear la hipótesis de un enfrentamiento entre el Gobierno Argentino y la empresa Repsol-YPF.

Las reuniones de Kicillof con la presidenta se hicieron mucho más frecuentes. La ofensiva llegó sobre fin de año, cuando Kicillof toma un cargo formal dentro de Economía, como virtual viceministro de la cartera. En ese punto, la nacionalización de YPF ya estaba en el tope de sus prioridades dentro de la agenda de gestión. 

Cientos son las anécdotas que existen entre aquel cálido día de febrero de 2011 y el tumultuoso mayo de 2012, momento en que se anuncia formalmente la expropiación compulsiva del 51% de las acciones de Repsol sobre la empresa YPF.

Brufau y Eskenazi se enteran de los primeros planes de nacionalización en mayo de 2011, momento en que este último, sube la apuesta, y decide comprar otro 10% de las acciones de YPF.

Pero en economía, las malas decisiones siempre tienen sus consecuencias. Tal vez estas no aparezcan en forma inmediata, sin embargo, tarde o temprano llegan. Y la épica -cuasi teatral- de la toma de YPF en aquel mayo de 2012 tuvo y sigue teniendo enormes consecuencias sobre la que fue, durante décadas, la empresa líder y nave insignia de la Argentina.

Diez años después, se profundiza lo actuado. Como si existiese una especie de empecinamiento por continuar con su destrucción. El diputado Pablo González, un abogado del riñón kirchnerista con pocos antecedentes en el área de energía, será el nuevo presidente de YPF.

La elección fue definida por Cristina Fernández -lo mismo que en su momento hizo con el actual CEO- y muestra, en definitiva, la vuelta a un proceso de colonización sobre la empresa, que poco tiene que ver con su real desarrollo. El mensaje es claro: continuarán intervenidos los mercados energéticos en el país.


La decadencia en números


A partir de marzo de 2011 comienza a filtrarse en el mercado la disconformidad del gobierno argentino con la petrolera Repsol-YPF. Nada de lo acordado con Néstor Kirchner podría ser respetado.

La señal golpeó de lleno en la acción de la petrolera y hasta el día de hoy nunca más se recuperó. Los números son dramáticos, pero muestran el daño que generó todo el proceso de expropiación y manejo estatal de la empresa, con el agravante de tener un activo único en el mundo: Vaca Muerta.

En febrero de 2011 la acción de YPF superaba los 50 dólares en el mercado de Nueva York y el valor bursátil de empresa alcanzaba los 19.500 millones de dólares. Diez años después su valuación se la ubica en torno a los 1.400 millones de dólares.

En ese mismo período multiplicó su deuda por cuatro y pobló de empleados -tal como ocurre en muchas dependencias públicas- los distintos sectores de la empresa.

Y llegaron las consecuencias de las malas decisiones que mencionamos párrafos arriba: la firma perdió el 95% de su valor y el Estado terminó pagando a Repsol por el 51% de sus acciones poco más de 5.000 millones de dólares cuando hoy ese porcentaje no alcanza los 750 millones de dólares.

Es decir, el Gobierno abonó más de 4.000 millones de dólares por encima de lo que vale hoy la petrolera. Para tener una idea de lo que hablamos, independientemente del quebranto que significó esta maniobra para el Estado, la enorme cifra mencionada representa unas 12 temporadas de exportaciones de frutas del Valle de Río Negro y Neuquén.

El gráfico adjunto muestra el desempeño que tuvo la acción de YPF en cada una de las gestiones presidenciales, cuando entró y salió cada mandatario. Durante la presidencia de Carlos Menem se observó el mejor desarrollo. Sin embargo, fue con Néstor Kirchner cuando la acción toco sus máximos históricos: 69 dólares en septiembre de 2005.

Lo que todavía está presente en todos los argentinos, es la exposición que realizó el electo presidente en Madrid ante empresarios, pocas semanas antes de asumir. Alberto Fernández se quejó allí de la gestión de Mauricio Macri en YPF y aseguró que eso se reflejaba en el valor de su acción en Nueva York, que en ese entonces bordeaba los 10 dólares. Poco más un año después, ese mismo papel cotiza 3,7 dólares; es decir perdió más del 60% de su valor.

Más claro queda aún cuando se analiza el valor de la empresa. Carlos Menem inició el ciclo de YPF en la bolsa a un valor de 8.500 millones de dólares y terminó su gestión presidencial con una cotización cercana a los 16.000 millones. Fernando De la Rúa la recibió en este último valor y la entregó sumergida en la crisis de 2001 a poco más de 6.000 millones de dólares.

Fue solo en las gestiones de Carlos Menem y Néstor Kirchner donde la empresa pudo sumar valor, los períodos previos a la expropiación.   

Claramente ni la gestión de Miguel “El Mago” Galuccio, ni la de Miguel Ángel Gutiérrez y menos la de Guillermo Nielsen al frente de la petrolera de bandera, pudo torcer la inercia de los acontecimientos. Los precios políticos sobre las naftas, el gas y el petróleo, terminaron por hundir los balances de la empresa.

Si bien las comparaciones son odiosas, el siguiente gráfico muestra la evolución de dos de las empresas más importantes de la Argentina; cada una en su tiempo. A principios de 2011 el valor bursátil de la empresa YPF era seis veces superior a la de Mercado Libre. Al cierre de la semana pasada, la empresa de Marcos Galperín tiene un valor equivalente a 45 YPF’s.   

Hoy la empresa de bandera nacional no es buscada por los inversores. Habrá que esperar como termina su proceso de reestructuración de deuda, de poco más de 6.500 millones de dólares, como para saber el norte que pretende seguir.

Desde la firma aseguran que antes del inicio del segundo semestre las negociaciones con los acreedores deberían estar cerradas. Pero no se descarta que la nueva conducción, con más injerencia kirchnerista, intente dar un cambio de timón en el actual escenario. Lo que no está claro todavía, es el costo fiscal que podría tener esta nueva jugada.

 

 

 

Fuente: Rio negro