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En un mundo en que en este año quedó demostrado que cualquier pronóstico sucumbe ante la imprevisibilidad del futuro, el sector automotor argentino vive una delicada realidad. Con indicadores de actividad que cayeron a niveles de hace casi 20 años, cuando el país comenzaba a asomase de su última gran crisis, el horizonte puede imaginarse con optimismo ante las chances de una mejora, al menos, por el contraste de aquel infierno.

No es fácil el desafío. El contexto interno es delicado. Una economía jaqueada por la falta de divisas – tan vital como el aire para un mercado que importa el 70% de sus productos – condiciona cualquier escenario de expansión sostenida. Salarios deprimidos, ante un inflación apenas dormida, dificultarán la consolidación de una demanda genuina. Sólo el descalabro cambiario de una brecha sobredimensionada parece ser el motor de un consumo reservado para quienes tienen dólares ahorrados y estén dispuestos a venderlos. Ni hablar de la falta de crédito a tasas razonables y plazos generosos. Por el lado industrial, el corset que aprieta por la escasez de dólares, tampoco da respiro de la incertidumbre a fábricas que producen vehículos con 70% o más de piezas importadas. ¿Las exportaciones? Más allá del efímero beneficio que puede ofrecer una moneda devaluada, la competitividad argentina no mejora y, salvo excepciones, sólo Brasil puede ser receptor de los caros autos nacionales, amparados en un acuerdo bilateral de protección mutua.

El contexto internacional tampoco es alentador. Las tensiones en la economía mundial que se agravaron con el coronavirus aventuran mercados inestables e inciertos. Todo esto en un mundo que está en un rápido proceso de renovación tecnológica y cambios de pautas de consumo en la que la Argentina corre desde atrás.

Pese a tantas variables en juego, en la Argentina se proyecta un cierre de año, en cuanto a ventas, por arriba de lo estimado tres o cuatro meses atrás (siempre explicado por el facto blue) para traspasar las 330.000 unidades. La producción puede llegar a crecer cerca de 40% ante el flojo 2020 y las exportaciones también se prevén con leve alza. El problema es que eso será sólo un rebote del año de la cuarentena. Para crecer de verdad, se hacen falta otras cosas. En este anuario, los principales representantes de la industria local, plantean cuáles son las políticas que se deben implementar en el corto plazo para alcanzar ese objetivo. De lo contrario, la recuperación será circunstancial, Se puede seguir insistiendo en los mismo errores o cambiar a tiempo. Lo que queda claro es que el 2020 no será un año más. El 2021 marcará el inicio de una etapa incierta con los ojos puestos en la pospandemia.

Fuente: Ambito