z.system

Es una tendencia que no para. Este año se ve beneficiada por las trabas a vehículos importados, suba de Impuestos Internos y brecha cambiaria.

Desde hace tiempo, se señala que la Argentina se convirtió en un polo de producción de pickups. Es lógico. Fabricantes como Toyota, Volkswagen y Ford han basado en el país su estrategia industrial de este segmento con el principal objetivo de la exportación, con sus modelos Hilux, Amarok y Ranger. Hace dos años se sumó la Nissan Frontier, en un proyecto fallido junto a Mercedes-Benz y Renault, pero que dejó a la marca japonesa con una nueva jugadora en esta guerra comercial. Si bien la automotriz alemana desistió de lanzar el modelo previsto, conocido como Clase X, la francesa continuó con su plan y en los próximos días se conocerá la nueva Alaskan. Eso muestra que esa idea de especialización se confirma con inversiones importantes en el sector. Pero no todo se limita a la fabricación. El consumidor argentino se benefició de esa competencia y los resultados están a la vista.

En los últimos diez años, la participación de las pickups en las ventas totales se incrementaron más del doble. Pasaron de representar 8,9% en 2010 a 21,1% en octubre último. Es decir que 1 de cada 5 vehículos comercializados el mes pasado fueron de este segmento. Esto hace, además, que se haya llegado a un nivel récord de participación.

Además de los productos nacionales mencionados, hay una oferta importante de modelos importados. La Chevrolet S10, por ejemplo, es un tradicional exponente del segmento de las “chatas” medianas. A esto hay que agregar la aparición de competidores en un subsegmento de pickups medianas, con exponentes como la Fiat Toro o la Renault Duster Oroch, y las clásicas “chicas” Volkswagen Saveiro o Fiat Strada. También hay otras más de nicho, como la RAM 1.500 o la Ford F150.

La explicación de este fenómeno va más allá de una ampliación de la oferta y tiene que ver con cambios en el consumo. Estos vehículos actuales abandonaron la idea de ser pensados sólo para el trabajo. Por tecnología, diseño y equipamiento han logrado penetrar en el mundo urbano, sumando a miles de compradores. En muchos casos, es un símbolo de estatus y poder. Un dato para tener en cuenta es que las versiones más demandadas son las topes de gama, lo que muestra un perfil de cliente muy particular. En estos casos, los precios se acercan a los $4 millones. También es cierto que la otra pata tiene que ver con el trabajo. Sectores que vienen sorteando la crisis con comodidad son consumidores fuertes de estos productos. Por ejemplo, el campo, la minería y el petrolero.

Hay otro factor a tener en cuenta. Con las trabas a las importaciones, el mercado está perdiendo oferta de muchos modelos del segmento de los SUV. Ante la incertidumbre en las entregas, muchos compradores se vuelcan a las pickups full que, de alguna manera, cubren las necesidades de prestaciones y confort de esos consumidores. Por ejemplo, la tracción integral es clave. A esto hay que sumarle otro beneficio que, en algunos casos, es determinante: el precio. Los Impuestos Internos castigan a los vehículos de más de $2.000.000. Esto afecta a la mayoría de los SUV importados. En cambio, las pickups están exentas de esa carga fiscal que hace encarecer el valor de un modelo en 25%. La diferencia es importante.

Un caso emblemático es el de Toyota con su Hilux y la versión carrozada SW4. Hoy se presenta un nuevo restyling y ya es un éxito de ventas. Hay lista de espera de hasta seis meses para adquirir una unidad. La pickup japonesa, que se produce en Zárate, está siempre en el podio de los modelos más vendidos -muchas veces ocupa el primer lugar- por encima de modelos más económicos. En los últimos meses, la Amarok y Ranger también dan batalla contra autos chicos. En este caso, juega un papel importante la brecha cambiaria ya que favorece a quienes tienen ahorros en dólares que, en general, son consumidores de mayor poder adquisitivo.

 

Fuente: Ambito