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Las reglas, las nuevas, parecen haber llegado para quedarse. En el mundo del gas, a nivel global, los precios lucen deprimidos y la pelea es por ver quién llega en mejores condiciones (de precio y logística) a aquellos que están dispuestos a pagarlo, como China y algunos países de Europa. Hay una oferta nutrida, y la demanda impactada por las restricciones del covid aún permanece vigente. Una mirada hacia atrás, en la Argentina, nos muestra que venimos de una curva descendente en términos de producción de los pozos de gas. Inquietud. Lógico, pensando que hace prácticamente un año, la dinámica económica concentraba más preguntas que respuestas. En medio de ese escenario, relegar la política energética a un segundo lugar hubiese sido un error. Aprendizaje de otras gestiones, lo que se haga o deje de hacer en materia energética en la Argentina es tan relevante como el dólar, la inflación, el presupuesto o las reservas del BCRA.

Fueron los últimos meses del año pasado un maremágnum de incertezas, combinación de fuertes debates políticos para definir electoralmente el proyecto ganador, pero también para liderar un proceso que pusiese algún piso elemental ante el avance de la inflación, que a pesar de la restricción monetaria, no cesaba. El parate al precio interno del petróleo buscó precisamente restringir la evolución del sistema general de precios. No obstante esta acción, la inflación siguió su curso. Esto trajo retracción de producción, pero la sensación de que, de todas formas, petróleo había. Para el gas, en cambio, los “drivers” eran distintos. A una alicaída política de perforaciones, se sumó un ajuste en los precios de referencia a nivel internacional y un complejo escenario a partir de los subsidios instrumentados en Vaca Muerta. Todo eso le puso un marco diferenciado y emplazó al poder político a tomar decisiones.

Por eso, como se ha dicho desde esta columna en numerosas oportunidades, la carta ganadora hoy es la salida exportadora. Incluso para el gas. Es lo que se ve en el Plan Gas. Y es lo que nos remite necesariamente a los dólares de la balanza comercial. Menos importaciones, más exportaciones. Aunque para que eso se produzca haya que esperar, acumular horas de trabajo para los próximos 4 años.

Pero el dato fundamental, es que la lectura ha cambiado. El enfoque hoy -la prioridad- es enfocarse en compensar una durísima salida de reservas que no ha cesado y, no menos relevante, garantizar que el año próximo habrá gas suficiente. El “puente” que quiere construir el ministro Guzmán es consolidado por el aporte del secretario de Energía, Darío Martínez. Ponerle un freno a la pérdida de divisas fruto del pago de importaciones de GNL, un efecto alentador en términos de reactivación doméstica y creación de puestos de trabajo. Nada menos.

 

 

Fuente: Ambito