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Desde la caída de Sadam Huseín en 2003, las colinas del norte kurdo estaban abandonadas pero gracias al nuevo poder local y a las ganancias del petróleo, los agricultores se habían convertido en funcionarios. Ahora se han quedado sin salario y están regresando a la tierra.

Abdallah Hassan, de 51 años, es uno de ellos. Es “la primera vez” en casi 20 años que se cosechan sus uvas cerca de Meer Rostam, a unos 50 kilómetros de Erbil, dice a la AFP.

La agricultura era un sector clave en el Irak de los años del embargo, antes de la invasión estadounidense, y estas viñas en particular generaban un ingreso vital.

Y lo volverán a hacer en 2020, un año de desastres para la economía iraquí, una de las más dependientes del petróleo en el mundo, según el Banco Mundial.

La vertiginosa caída de los precios del crudo y la pandemia de covid-19, combinadas con la crisis política, cuatro décadas de conflicto y un sistema bancario casi inexistente, entre otros, “podrían conducir a un colapso económico y a un nuevo ciclo de violencia”, advierte la institución.

En el Kurdistán autónomo, estas calamidades se suman a las interminables negociaciones presupuestarias con el gobierno central.

Pero si la economía regional se está derrumbando ahora, es también porque las autoridades kurdas no crearon mecanismos viables para asegurar la prosperidad a largo plazo, dice el economista Bilal Said.

– Los salarios, un arma política –

Junto a la renta petrolera, “la parte del presupuesto asignada al Kurdistán por Bagdad y los ingresos generados en los pasos fronterizos con Turquía e Irán han inyectado mucho dinero” en las arcas regionales, explica a AFP.

Pero “en lugar de invertir en infraestructuras agrícolas, industriales, sanitarias o turísticas, el gobierno kurdo solo desarrolló el sector del petróleo”.

Otro factor agravante es que, al igual que en Bagdad, los dirigentes de Erbil repartieron puestos de funcionarios públicos para asegurarse la lealtad electoral, creando un sector público sobredimensionado, aunque ineficiente.

La región cuenta con 1,2 millones de funcionarios públicos, el 40% de ellos policías y militares, para cinco millones de personas. La carga salarial mensual asciende a más de 725 millones de dólares.

Desde enero, la región solo pudo pagar seis meses de salario y en junio decidió recortar los que superan los 250 dólares mensuales. El presupuesto total asciende ahora a 591 millones de dólares.

No obstante, los impagos siguen acumulándose, a pesar de los 260 millones de dólares que envía Bagdad cada mes.

Para los investigadores de la London School of Economics, esto es consecuencia de un sistema que se está agotando.

“Los partidos dominantes recompensan la lealtad política con los salarios de los funcionarios, luego utilizan los contratos públicos para enriquecer a los hombres de negocios cercanos y, finalmente, los presupuestos ministeriales se desvían para fines personales o partidistas”, indican los investigadores en un informe.

– Una economía que no es “sana” –

“Somos ricos cuando el petróleo es caro y pobres cuando cae”, dice Mohammed Choukri, jefe del Comité de Inversiones del Kurdistán. “No es lo que se llama una economía sana”.

Para empezar a diversificarla, su comité acaba de conceder 60 licencias a inversores, principalmente en la agricultura y la industria, por 1.500 millones de dólares.

Pero todo se basa en inversores extranjeros, promesas de construir presas, carreteras y ferrocarriles.

Y la impaciencia de los industriales locales crece ante la competencia de Irán y Turquía, cuyas monedas se han devaluado constantemente mientras el dinar iraquí permanece vinculado al dólar.

Baarz Rassoul, cuya empresa Hend Steel produce 50.000 toneladas de acero fundido al mes, aboga por “mayores derechos de aduana y un mejor control fronterizo”.

Y cuando intentó lanzarse a la agricultura, hizo la misma observación.

“Producir un kilo de pepinos me costaba 21 céntimos, mientras que los pepinos iraníes o turcos se vendían por 13 céntimos en los mercados de Erbil”, dijo a la AFP este hombre que finalmente desmanteló sus 50 invernaderos.

El parlamento kurdo no ha votado ningún presupuesto desde 2014. Es imposible saber el monto de los ingresos aduaneros, petroleros o fiscales, o incluso los gastos.

Según el primer ministro kurdo, Masrour Barzani, que a principios de octubre habló en el parlamento por primera vez desde la formación de su gobierno a mediados de 2019, la región autónoma tiene una deuda acumulada de 28.400 millones de dólares. De los cuales casi nueve son salarios no pagados.

 

 

Fuente: Infobae