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Ya vendieron la primera cosecha de rúcula y piensan sumar más invernaderos para incrementar la producción. Las ofrecen a través de redes sociales y las reparten en sus propios vehículos.

La pandemia por coronavirus logró ponerle punto final a muchos proyectos. También puso en pausa muchos trabajos. Pero, para tres emprendedores de Plottier, el tiempo de encierro fue la semilla de un emprendimiento que ya tiene sus frutos: el vivero Don Domingo, un invernadero que desde Plottier reparte hortalizas de cultivo hidropónico para toda la región.

Martín Amarante, Jorge Meñica y Víctor Malave son amigos con un punto en común: los tres tienen puestos como transportistas en la industria del oil and gas. Mientras Martín traslada trabajadores a los yacimientos, Jorge y Víctor se suben a los camiones para llevar cargas hasta Añelo. Pero eso era antes. Desde marzo, la pandemia y la merma en la actividad petrolera los alejaron del volante.

“Los tres trabajábamos con diagramas diferentes y coincidíamos muy poco en los francos pero, desde marzo, estamos los tres en casa y con mucho tiempo libre”, relató Martín. Su actividad era nula y sus ingresos se redujeron al mínimo. Por eso, se animaron a pensar en un nuevo proyecto para sacar adelante la chacra de Domingo, el suegro de Martín.

“Mi suegro plantaba frutales y verduras pero, desde que falleció en 2015, la chacra quedó abandonada”, explicó Martín, que vive en ese terreno ubicado en el límite entre Neuquén y Plottier. Aunque un sector está alquilado, hay otra parte ociosa, que necesitaba de mucho trabajo para reactivarse.

Con tanto tiempo en las manos, los tres se decidieron a acondicionar un tractor que había quedado parado en lugar. Le hicieron de nuevo el motor y la caja de cambios, y se pusieron a limpiar el terreno. Como la chacra queda en una zona urbana, los transeúntes los veían arando la tierra o verificando que el vehículo no perdiera gasoil. Pronto, les encomendaron trabajos en otras propiedades.

“Pasamos 15 días trabajando con el tractor y después acondicionamos la chacra, pero hasta ahí llegaban nuestros conocimientos”, dijo Martín. Los tres querían sacar frutos de la tierra, pero no sabían por dónde empezar. “Fuimos a visitar a un vecino y ahí nos encontramos con su invernadero; ni bien lo vimos, supimos que queríamos hacer eso”, afirmó.

Todo sucedió casi al mismo tiempo. Descubrieron el invernadero y conocieron a una ingeniera del Centro Pyme Adeneu que les ofreció sacar un crédito para construirlo. También se sumergieron en el mundo de los tutoriales y conocieron los cultivos hidropónicos. Un mes y medio después, tenían el invernadero listo y los caños de PVC dispuestos para empezar a cultivar.

Su primera apuesta fue por la rúcula. Los tres se encontraban cada día a las ocho de la mañana para trabajar. Regulaban el ph de agua y la conductividad, para asegurarse de que cada raíz recibiera los nutrientes necesarios para crecer fuerte. También comprobaban que los caños no tuvieran pérdidas y que hubiera la ventilación necesaria en el invernadero. Eran jornadas de trabajo y amistad que se extendían hasta las siete de la tarde.

Un día sin viento, mientras tomaban las mediciones necesarias, la puerta del invernadero se abrió de golpe, como empujada por un viento inexistente. “¿Cómo anda, Don Domingo?”, saludó Martín a su suegro fallecido, que era el dueño de las tierras y es ahora el origen de su emprendimiento.

Tienen una capacidad de 2800 plantas y ya plantean sumar 3 o 4 nuevas mesas de cultivo.

“Así se nos ocurrió el nombre, en homenaje a él”, dijo Martín y aclaró que contaron con ayuda para crear un perfil en redes sociales y empezar a comercializar sus productos. La estrategia tuvo éxito y en apenas 4 días vendieron 1500 plantas de rúcula. “Vendemos cada atado a 35 pesos, el mismo precio de las verdulerías pero con calidad de hidroponía”, dijo Martín. A diferencia de los atados tradicionales, esta rúcula se mantiene fresca por hasta 6 días y tiene un sabor mucho más intenso.

Dentro de 10 días harán una nueva cosecha. Esta vez, venderán lechuga rulito y manteca, que cultivaron de forma escalonada para no quedarse otra vez sin producción. Tienen una capacidad de 2800 plantas y ya plantean sumar 3 o 4 nuevas mesas de cultivo. “Queremos pedir un nuevo crédito para hacer más invernaderos”, se entusiasmó Martín.

Con la flexibilización de la cuarentena y el tímido repunte de la actividad hidrocarburífera, Martín y Víctor ya retomaron parte de su trabajo en el yacimiento. Como ambos cumplen diagramas, planean acomodar sus jornadas de trabajo para que siempre quede uno de los socios en el invernadero. Si sus obligaciones no lo permiten, piensan en capacitar a un empleado para que vigile las plantas mientras ellos manejan los transportes.

“Todavía no es una actividad rentable pero estamos muy contentos con el resultado y nos gustaría, en el futuro, dejar nuestros trabajos y dedicarnos a esto”, afirmó Martín. Para el futuro, ya piensan en nuevas plantaciones, como albahaca o frutilla, para distribuir más productos de calidad por la región Confluencia.

Aunque Martín siempre tuvo ganas de sacar frutos de la tierra de Don Domingo, aclaró que el trabajo intenso en el yacimiento nunca le había permitido dedicarse de lleno a esa actividad. Hizo falta que llegara una pandemia para que tomara el primer envión, y el impulso parece llevarlo cada vez más lejos: “Seguimos trabajando en el tractor, y también plantamos en tierra, ajos y lechuga, en 10 surcos”, relató. A pesar de la falta de trabajo, ninguno quiere quedarse quieto.

¿Cómo es este tipo de cultivo?

La hidroponía es un sistema de producción que se caracteriza porque las raíces de las plantas no se encuentran establecidas en el suelo sino en un sustrato o en una solución nutritiva, en la que se encuentran disueltos los elementos necesarios para el crecimiento de la planta. En Don Domingo, se utilizan caños de PVC para que el agua circule y alimente a las plantaciones, dentro de un invernadero construido en la chacra.

 

 

Fuente: LM neuquen