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Es porque la mayoría de los vehículos se importa, pero los nacionales se fabrican con 70% de autopartes que llegan del exterior. El resultado de esto es el elevado déficit comercial crónico que genera el sector.

La falta de dólares complica cada vez más el funcionamiento de la industria automotriz. Quedó claro este tema desde el momento en que el Gobierno decidió restringir la importación de vehículos para lo que resta del año, tal como anticipó Ámbito a mediados del mes pasado. Así se lo comunicó a las empresas en un encuentro, en esos días, en el que acordaron que se garantizaría, al menos, la importación de la cantidad de unidades necesarias para llegar a fin de diciembre con un mercado de 290.000 unidades. En la práctica, esto funciona como un cupo de importación que tendrá cada marca. Como esa medida está penalizada en el régimen automotor que se tiene con Brasil, lo mismo que sucede con la OMC, en los despachos oficiales insisten en hablar de “acuerdos” con las empresas. En el país vecino prefieren no entrar en una discusión semántica y advierten que esa limitación afecta a sus exportaciones a la Argentina. Más del 60% de los 0 km que se venden en el mercado local vienen desde sus fábricas. Es por eso que, la semana pasada, el titular de la asociación de automotrices brasileñas (Anfavea) manifestó su malestar y hasta el vicepresidente de Jair Bolsonaro salió a criticar la política implementada. Se habló de vehículos parados en la frontera por unos u$s100 millones

Ante esta reacción, desde el Ministerio de Desarrollo Productivo trataron de enviar un mensaje de paz a través de las terminales locales. En ese marco se entiende el comunicado que el lunes a la noche, a las apuradas y con carácter de urgencia (no podía esperar al día siguiente, dicen en algunas automotrices) difundió la entidad que las agrupa (ADEFA) a pedido del Gobierno. En ese documento, no hay nada novedoso, salvo la precisión de una cifra -que es un poco mayor que la conversada entre las partes- y el reflejo de la preocupación oficial por posibles represalias desde el país vecino. Esa urgencia hizo que algunos directivos locales debieran postergar su cena en familia (tan común en estos tiempos de home office) para transmitir, en sus empresas y a sus jefes en Brasil, la sorpresiva comunicación. Se estableció que en lo que queda de 2020 se liberarán importaciones por 96.000 unidades. Con esto, el Gobierno espera aplacar las quejas brasileñas. ¿Podrá?

Más allá de la intriga político-empresarial que muestra este manejo, lo que esconde este tope de compras en el exterior es que la Argentina se encuentra en la situación insólita de agravar sus males económicos cuanto más 0 km se vendan. Es decir, un mayor consumo, una mayor actividad, lo que genera es un mayor problema.

El 70% de los vehículos que se venden en el país son importados pero el 30% restante de productos nacionales está fabricado, en promedio, con más de 70% de autopartes que llegan del exterior. Incluso, las piezas que se producen en el país se hacen con mayoría de insumos importados. El resultado de esto es el elevado déficit comercial crónico que genera el sector, una salida de divisas permanente.

Tomando unos u otros, cada 0 km que se vende localmente es un dolor de cabeza para el Banco Central, que ve reducir sus reservas. La pregunta que muchos se hacen en la industria es si el Gobierno podrá cumplir con la promesa de autorizar el volumen de importaciones establecido, si alcanzarán los dólares a asegurar las autopartes para la producción o deberá aumentar las restricciones a medida falten más divisas. Eso fue lo que pasó entre 2014 y 2015, en una situación similar, y nadie descarta que vuelva a suceder.

 

Fuente: Ambito