z.system

Más allá de los enclaves que se vienen realizando entre distintos sectores de la industria de hidrocarburos, los próximos días traerán la definición del precio del barril criollo, tal como establece el Decreto de Necesidad y Urgencia 488/20, que fija revisiones trimestrales. En esa revisión, que comienza hoy, deberá tenerse en cuenta no sólo la ecuación económica de las empresas, sino también aquello que permita a nuestro país el desarrollo presente y futuro de un sector considerado clave y estratégico como es el del petróleo y gas, incluidas las reglas que deberá incorporar el sector para buscar la mayor productividad y eficiencia que garantice valores justos en materia de energía para todos. A la vez, deberá contemplarse también la necesidad de toda la población argentina de contar con un marco de certidumbre en temas tan sensibles como lo son la inflación, las presiones devaluatorias, la erosión salarial y la virtual carrera de precios que hay que evitar de cualquier manera.

En las últimas horas, y yendo a la discusión por el valor del barril criollo, Ámbito se hizo eco de dos posiciones bien distintas, que sin duda deben concitar la atención de la secretaría de Energía que conduce Sergio Lanziani. Por un lado, la de las refinerías no integradas, que piden que el precio de referencia para comprar el crudo en el mercado local se ubique en la zona de u$s40 (no los 45 del barril criollo). Del otro lado, las petroleras que producen y las provincias, que exportan el crudo al exterior, buscan sostener como sea el valor de referencia en u$s45.

Las refinerías no integradas dicen que la ecuación económica no les da, que las microdevaluaciones del BCRA y el incremento de la cotización del Brent han afectado la rentabilidad. También, que deben comprar el barril a 45 dólares y que terminan vendiendo derivados que redondean un precio en la zona de los 35 dólares. Señalan que ellos podrían pagar los 40 dólares que es el precio de exportación, y que esto debería ser así en la medida en que también se exporta a ese precio de paridad. La otra alternativa que plantean es que el Gobierno autorice al menos un 10% de incremento en los combustibles. También han señalado que, de mantenerse la tendencia, podrían experimentar faltantes para mantener en actividad las refinerías y tendrían que eventualmente importar gasoil, a lo que las productoras han señalado que no hay faltantes y que la amenaza del desabastecimiento es un planteo que solapa otro, vinculado con el precio del barril.

Las petroleras que producen (no integradas) defienden el barril criollo como un mecanismo que les asegura un precio más atractivo para financiar su producción en un contexto de fuerte caída de la demanda doméstica por la pandemia. Estas empresas que producen crudo en el país han registrado exportaciones crecientes en los últimos meses a raíz de la disponibilidad que experimentan. En un documento, plantearon que no hay faltante de stock en las terminales. Sostienen que tanto en Bahía Blanca como en las caletas del Golfo existe stock suficiente para las refinerías, mientras señalan que no hay ningún motivo para que se frenen las exportaciones de crudo liviano, al argumentar que están siendo fundamentales para dinamizar el sector y sostener niveles de actividad en un momento complejo por la pandemia global.

En este sentido, reconocieron que, cuando el Gobierno crea conveniente, el precio del surtidor tiene que recomponerse, pero sobre todo subrayan la defensa del precio de paridad de exportación y un “piso” que garantice la sustentabilidad de la producción local, “así como cualquier medida que proteja al segmento del upstream que es el que más invierte y más riesgos toma en la cadena productiva del sector”. Esta misma posición, la defensa del barril criollo, es la que tienen las provincias productoras de hidrocarburos nucleadas en la Organización de los Estados Productores de Hidrocarburos, que vieron una recomposición de sus regalías por el incremento de la actividad.

Por estas horas, el sector todo debe privilegiar la posibilidad de establecer reglas claras, que incentiven la producción y premien la inversión y los riesgos asumidos, con la finalidad de consolidar un sector sólido, que permita a la Argentina destacarse a nivel internacional y solventar, no sólo la creación de puestos de trabajo, sino también la falta de divisas, necesarias para el desarrollo industrial. La existencia de una instancia de diálogo hace prever un desenlace acorde con el momento que atraviesa el país.

 

 

Fuente: Ambito