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La depresión de la demanda por las medidas de confinamiento en Occidente y la inundación del mercado por la batalla abierta entre Arabia Saudí y Rusia es una combinación letal para los precios

An employee wearing a facemask fills up a car at a gas station in Bangkok on March 9, 2020. – Equity markets collapsed March 9 as the rapidly spreading coronavirus fans fears over the global economy, while a crash in oil prices added to the panic with energy firms taking a hammering. (Photo by Mladen ANTONOV / AFP)

Con las Bolsas europeas y estadounidenses tratando de topar con suelo y algunas, como la española, dejándose la tercera parte de su valor en un mes, las materias primas han quedado relegadas a un segundo plano de atención mediática. Pero cuidado: ahí también se está librando una batalla clave que complica aún más el panorama de la economía mundial para las próximas semanas y meses. El precio de barril de Brent, el petróleo de referencia en Europa, se hunde este miércoles casi un 14%, hasta caer por debajo de los 24 dólares por barril, su nivel más bajo desde 2003. La sacudida es aún mayor en el caso del Texas, el de referencia en EE UU, que perfora mínimos de 2002. En ambos casos, el desplome es, atención, superior al 60% en menos de dos meses. Cifras gruesas para un momento sin precedentes en la historia contemporánea.

En 18 años han pasado muchas cosas en la economía mundial: la crisis financiera de 2008, que mutó en la Gran Recesión; el hachazo sobre la deuda soberana en el sur de Europa; la crisis de los emergentes por la recaída de los productos básicos… Ninguna de ellas ha trastocado tanto la cotización del crudo como la combinación de un virus que se ha cobrado ya casi 8.000 vidas en todo el mundo y que ha paralizado la maquinaria productiva, y de una salvaje guerra de precios entre dos de los tres máximos productores del planeta. Estamos ante algo inédito y la sensación generalizada entre los analistas es que seguimos lejos de conocer el desenlace de la película de terror en la que, en un abrir y cerrar de ojos, está hoy inmersa la economía mundial.

Oferta y demanda se han descontrolado al unísono, y la mezcla de ambos ingredientes solo puede acabar de una forma: con un hundimiento de la cotización y con la expulsión del mercado de los productores menos eficientes. Arabia Saudí y Rusia han abierto las compuertas y lo han hecho a lo grande: su sonora ruptura de principios de marzo ha dado al traste con el único mecanismo de sujeción de precios en el mercado —los acuerdos de reducción de la oferta entre la OPEP y el país euroasiático— y ha provocado la que ya es la guerra de precios del petróleo más brutal desde que hay registros, según los datos de Bloomberg. Esa confrontación, abierta y sin visos de que vaya a cerrarse pronto, deja al crudo navegando libre de ataduras en un mercado deprimido por unos sectores servicios y transporte en estado de parálisis total. Un cóctel letal.

Arrastre sobre las dos mayores monedas latinoamericanas

El revolcón petrolero va dejando, muy poco a poco, las primeras víctimas en la cuneta. El país con las mayores reservas probadas de crudo del mundo, Venezuela, ha pasado en cuestión de semanas de despacharse con duras críticas al Fondo Monetario Internacional (FMI) a pedirle una ayuda de emergencia de 5.000 millones de dólares para reforzar su maltrecho sistema sanitario ante el avance de la pandemia. La respuesta del organismo con sede en Washington: un no rotundo. En paralelo, las divisas de las dos mayores economías latinoamericanas —Brasil y México, dos países, a su vez, productores de crudo— sufrían este miércoles severas pérdidas. A media mañana hora americana (tarde europea), el real brasileño retrocedía un 2% frente a un dólar estadounidense que ve reforzada su condición de activo refugio en plena tormenta. Por su parte, el peso mexicano, la moneda más líquida del mundo emergente —y, precisamente por eso, un buen termómetro de lo que ocurre en el bloque de países en desarrollo—, se dejaba algo más del 3%. El desplome supone, en ambos casos, la perforación de mínimos históricos.

 

Fuente: El pais