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La compañía anglo-holandesa necesita seguir satisfaciendo la aún sólida demanda de gas y petróleo y, a su vez, navegar el futuro con una marea política cada vez más en contra de los combustibles fósiles.

n mayo de 2017 Ben van Beurden, el CEO de Royal Dutch Shell, se reunió con un grupo de altos ejecutivos. Había mucho para charlar sobre los tres anteriores años. Los precios del petróleo se habían derrumbado y Shell se había embarcado en la compleja adquisición del gigante de gas natural BG Group.

Sin embargo, la agenda abordó un tema mucho más profundo que el pasado reciente. A los ejecutivos se les pidió que definieran cómo debería ser una de las principales compañías de gas y petróleo en varias décadas.

La cúpula directiva de Shell se encontró con un dilema que desde entonces enfrentan todos los grandes grupos de petróleo y gas. Cómo debería una compañía que genera la mayor parte de sus ganancias satisfaciendo la demanda aún robusta de gas y petróleo navegar el futuro mientras la marea política se vuelve cada vez más en contra de los combustibles fósiles.

“El enigma que se le presentó a Shell -el mayor pagador de dividendos del mundo- surge justo cuando otra vez se pone bajo la lupa la ortodoxia de que las empresas deben, ante todo, maximizar los beneficios. La cumbre climática de la semana pasada en Nueva York ofreció un recordatorio de que el desafío de abordar el calentamiento global ha sido un poderoso catalizador para impulsar el debate sobre si las compañías deberían tener un propósito más amplio.

Ese encuentro ayudó a perfilar una estrategia que llevó a Shell a abrazar energías bajas en carbono mientras al mismo tiempo se concentra en el negocio del gas y petróleo, que sigue siendo su motor de ganancias. Dos terceras partes del flujo de caja libre de Shell está atado a su división de crudo. Van Beurden espera que esa proporción se convierta en partes iguales entre gas, petróleo y energía limpia, pero no mencionó ningún cronograma. “Tenemos que encontrar una manera de conservar esa capacidad de pago de dividendos y a la vez hacer crecer el valor de la compañía, y cambiar su conformación”, dijo.

En la práctica eso llevó a Shell buscar barriles de mayor margen y menos intensivos en carbono, priorizar el negocio del gas, concentrarse en los productos químicos (fabricados sin quemar petróleo) y a apostar a ser el mayor actor energético del mundo mientras crece la demanda de electricidad limpia.

También desarrolló proyectos de energía eólica y solar, alentó la adopción de energía eléctrica a partir del hidrógeno y ha invertido en startups que usan poco carbono.

Pese a esta serie de cambios, el negocio de gas y petróleo de Shell representará la mayor parte de su inversión de capital y generará la mayor parte de sus ganancias en los próximos años.

La estrategia no le agradó a todos. “Todavía hay un desequilibrio muy significativo entre la inversión de Shell en nuevas energías y sus negocios tradicionales de petróleo y gas”, dijo Adam Matthews, del Directorio de Pensiones de la Iglesia de Inglaterra, que ejerció presión sobre a Shell para que fije objetivos para las emisiones y prometa más inversiones en tecnologías bajas en carbono.

Algunos rivales dicen que los mensajes de Shell simplemente reflejan la confusión que hay dentro de la compañía. “¿Quieren ser productores de petróleo y gas o no?”, preguntó un ejecutivo. El veredicto de los ecologistas es que su acción sobre el cambio climático es un “lavado de imagen” y no mueve la aguja.

Sin embargo, Biraj Borkhataria, analista de RBC Capital Markets, opina diferente. “Shell parece estar tomando decisiones más audaces que sus pares”, señaló mencionando el fracaso del experimento Beyond Petroleum de BP en la década de 2000 como la razón de su cautela. “Los comentarios de Shell sobre querer estar del lado correcto de la historia son los que más cerca están de convencerme de que pueden tener éxito.”

Sin embargo, Van Beurden no quiere equivocarse al calcular la velocidad con la que está cambiando la industria.

La demanda de petróleo sigue siendo robusta, particularmente en las economías emergentes de Asia y África.

Quienes presionan a Shell para que abandone los combustibles fósiles argumentaran que podría arrepentirse de tener que cargar con activos poco rentables, de no prepararse para un derrumbe de los precios del petróleo o de ser legalmente responsables de los daños físicos a la propiedad y a las costas mientras suben las temperaturas y el nivel del mar.

Pero de lo que más se arrepentiría el jefe de Shell es de haber abandonado prematuramente su negocio de petróleo y gas. Eso, dijo, es algo con lo que Shell “no podría vivir”.

Según los pronósticos de la consultora Wood Mackenzie, el carbón, petróleo y gas aún aportarán cerca del 85% de la oferta de energía primaria global en 2040. De hecho, dado ese dato, van Beurden aseguró que hay “legitimidad” para invertir en petróleo y gas.

 

Fuente: Cronista